lunes, 17 de enero de 2022

Me equivoqué

           Sí, me equivoqué. Me equivoqué cuando hace casi dos años escribí el último post que ha visto la luz en este blog. Pensaba entonces queel coronavirus pasará, pero el futuro de nuestro País, Euzkadi, dependerá del esfuerzo de cada persona en colaboración con el resto de ciudadanía, asociaciones, empresas e instituciones de autogobierno”. Creía y sigo creyendo que solo de este modo podremos conseguir mejores niveles de salud, trabajo y bienestar para todos. Y concluí aquel post con una esperanza “como en otras ocasiones también ahora lo conseguiremos. Seguro”.

        Hoy, tengo más necesidad de creer que seguridad en que eso vaya a ser así. El comportamiento de nuestra sociedad en su conjunto, cada uno con nuestra cuota de responsabilidad, no ha sido precisamente de ayudar. El espíritu colaborativo que siempre ha caracterizado a la sociedad vasca, el Auzolan, salvo en los primeros momentos de agobio social, ha brillado por su ausencia y ha sido sustituido por un “y de lo mío qué” ejemplo de un preocupante reforzamiento de un egoísmo, individual y gremial, en nuestra sociedad. Eso cuando no hemos asumido el papel de “sabios muy sabios”, o directamente “sabelotodos”, y nos hemos dedicado a criticar a diestro y siniestro y, sobre todos, a quienes han tenido y tienen la responsabilidad de gobernar esta sociedad, principalmente en el ámbito sanitario, sin el más mínimo contraste entre medidas “arreglatodo” y realidad de nuestro entorno.

Me resultó muy triste ver cómo sindicatos y colegios profesionales de toda índole y credo se pusieron a exigir la vacunación de sus componentes cuando era público y evidente que el suministro no era el suficiente para ello, pretendiendo anteponerse a otros colectivos (como el personal de supermercados y comercio esencial de cercanía) que habían realizado una labor muy importante y poco agradecida durante el periodo de confinamiento y que lógicamente, deberían estar antes que ellos en el ranking de prioridades para la vacunación. Me resultó poco gratificante ver cómo amigos, profesionales formados en ciencias, fueron capaces de criticar toda una estrategia de vacunación en base a un dato estadístico de una serie en evolución diaria, resultado de un buen número de variables, sin analizar lo más mínimo si el dato era verdad, mentira o media verdad (o sea doble mentira) sólo porque dicho dato había aparecido como titular en algunos medios periodísticos que, dicho sea de paso, eran lejanos a su ideología y habían elegido el titular con el fin de dañar la imagen gubernamental.

Durante este tiempo hemos visto cómo, lejos de reforzarse nuestro Km0 económico, empresas de capital originariamente vasco, privado o institucional, han “tirado la toalla” y se “han visto forzadas”, previo jugosos ingresos económicos por supuesto, a vender sus participaciones a socios ajenos a Euzkadi o trasladar sus sedes u operaciones relevantes fuera de nuestro País. También ha ocurrido que algunas de nuestras Instituciones, bajo el falso amparo de las limitaciones a la movilidad decretadas, han seguido a pies juntillas las peores prácticas en atención al público de las empresas de seguros, eléctricas y banca, desplazando de modo absoluto la atención cercana y personal por una atención distante telefónica o digital en temas de tan difícil comprensión para la ciudadanía en general como la campaña de renta 2020.

En estos dos años he percibido una gran pérdida de liderazgo en nuestros dirigentes a medida que ha avanzado la pandemia. Empezaron francamente bien, dando instrucciones firmes y claras en los momentos iniciales de la pandemia cuando más necesarias eran y más efectivas resultaron (a pesar de la inconstitucionalidad partidistamente declarada por el sacrosanto tribunal). Posteriormente bajaron el nivel publicando en disposiciones normativas meras recomendaciones que nunca debieran de haber visto la luz en un Boletín Oficial y sí ser difundidas con reiteración y claridad meridiana en los distintos medios de comunicación, sobre todo en los públicos. Y han acabado bajando su nivel de implicación recurriendo a ideas sonda que si no eran imitadas por las Comunidades colindantes no se proponían y que si se concretaban en proyectos de normativa y eran echadas abajo por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, no se recurrían al Supremo “por no entrar en conflictos jurídicos” dando la sensación de que, directamente, no se querían implantar para no tener que enfrentarse a los sectores económicamente afectados por la eventual aplicación de las mismas. El caso más claro el del “pasaporte COVID” donde a regañadientes se rompió esta tendencia y no hay referencia pública a sanciones sobre el manifiesto incumplimiento de su exigibilidad en bares y restaurantes. Por no hablar de las recomendaciones del LABI (político, por supuesto) en relación a las cabalgatas navideñas atendidas con “distintos niveles de aceptación” según qué ayuntamientos partícipes de este organismo.

Está claro que en lo que llevamos de pandemia, algunos aventuran que estamos llegando ya a la endemia, hemos soportado una auténtica infoxicación (intoxicación informativa) por parte de todos los medios de comunicación. Esta circunstancia es entendible en aquellos medios que han convertido la publicación de cualquier cosa (información y noticias son algo muy concreto y definido) en su forma de incidir en la sociedad para apoyar o destruir, según sea el caso, al gobierno de turno. O simple y llanamente para hacer negocio. Pero, esta actitud en ningún caso es entendible en un medio público como EITB donde los mensajes de “servicio público” deberían haber estado por encima de opiniones de tertulianos y reporteros en la programación en general y sobre todo en los informativos diarios. No ha contribuido en nada a la claridad de mensajes que en el Teleberri de turno se ofreciera todos los días una retahíla de datos sobre la pandemia que eran repetidos durante 15 o 20 minutos, pero variando el lugar de referencia de estos. Se empezaba por la Comunidad Autónoma Vasca, se continuaba con la Comunidad Foral Navarra y se seguía, según el día, con Madrid, Cataluña, Francia, Alemania, Australia o cualquier otro lugar del que se tuviese datos. Todo ello con el resultado de confundir más que de informar a una ciudadanía preocupada por su salud. En programas de tertulia me ha tocado ver cómo en los primeros días de la pandemia, cuando se tomó el acuerdo de cerrar los centros escolares de Gasteiz, se cortó una rueda de prensa de la Consejera de Sanidad dando explicaciones de tan extraordinaria e incomprendida (entonces) decisión para entrevistar a un exconsejero de Sanidad y preguntarle qué le parecían las medidas adoptadas del Gobierno Vasco. Menos mal que dijo que bien. Otro día se fueron a la calle para preguntar a la gente si sabía cuáles eran las normas de aplicación anti COVID o si estaba confundida (no era de extrañar tras lo comentado) y cuando una señora comentó adecuadamente las medidas restrictivas que, se acababa de acordar, entrarían en vigor al día siguiente, la reportera de turno le matizó con un “pero hoy se puede, eso es a partir de mañana”, como una invitación a seguir haciendo aquello que no se consideraba apropiado para luchar contra la expansión de virus pero que la seguridad jurídica impedía su inmediata aplicación. Alucinante, pero cierto. Infoxicación de la buena con dinero de todos los vascos de la CAV.

Me equivoqué, lo siento. Pensaba que la decisión de mantener la normativa antipandemia propia, en relación con los aforos de espectáculos deportivos y culturales, frente a las presiones de la todopoderosa UEFA iba a permitir cambiar el paso en la promoción de eventos internacionales que pudieran estar vinculados a la “Marca España” pero el Ayuntamiento de Bilbao demostró mi equivocación solicitando para sí ser sede de un eventual Mundial de Futbol que pretende organizar “Marca España” junto con Portugal. Creía que la pandemia haría replantear la política fiscal de este País, donde, en los primeros momentos, hasta los empresarios vascos propusieron la implantación de un recargo sobre el IRPF con el que financiar los sobrecostes que “el bicho” estaba provocando en las arcas públicas. Pero recientemente el presidente de Confebask ha vuelto a llorar al fisco solicitando la desaparición del impuesto sobre el Patrimonio y, a pesar de haber militado en un partido abertzale y de que la organización que representa se apellide “bask”, ha demostrado que le trae al pairo un marco autónomo de relaciones laborales. Ambos casos ponen de manifiesto que mi esperanza de que Euzkadi pudiera aprovechar la desagradable situación vivida para, entre todos, reforzar también la apuesta por un “Km0 político” era también errónea.

Me equivoqué, lo siento, pero creo que, desgraciadamente, volverá a suceder. Quizás sea porque mi generación se está haciendo mayor sin haber sabido transmitir a la siguiente generación social las enseñanzas recibidas de nuestros mayores respecto al valor de la solidaridad, el esfuerzo por el bien común y los ideales de hacer de Euzkadi un País reconocible y reconocido. Quizás mi generación lleve mucho tiempo apoltronada en un estado de confort, guiada por el espíritu de “por la paz un Ave María” sin haber apretado un poco, sólo un poco, el acelerador en la divulgación de los valores de quienes hicieron posible que antes de la dictadura y tras ella Euzkadi pudiera tener un nivel de autogobierno capaz de iniciar la construcción de un País reconocido por sus avances en materia de prosperidad y solidaridad. Euzkadi va a salir de esta maldita pandemia, por supuesto, pero va a salir por pura inercia dejándose llevar un sistema cada vez más globalizado (el empeño por poner en inglés el nombre de cualquier proyecto gubernamental  de cualquier nivel institucional raya ya con lo enfermizo) y menos personalizado, y por los esfuerzos individuales guiados por el sálvese quien pueda y “de lo mío que”, y no por el Auzolan y las ganas de aportar como sociedad nuestras soluciones a nuestros problemas.

Espero que jóvenes de una nueva generación social, más pronto que tarde, asuman el reto de seguir manteniendo viva la llama de los valores que han hecho de Euzkadi un País diferente. Ni mejor, ni peor que otros. Simplemente distinto. Por mi parte intentaré aportar mi granito de arena mediante reflexiones constructivas desde posiciones inconformistas y críticas, reflejando mi punto de vista sobre la actualidad y el futuro de mi País a partir de los valores aprendidos de generaciones precedentes. Aunque me vuelva a equivocar.

 

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