Sí, me equivoqué. Me equivoqué cuando hace casi dos años escribí el último post que ha visto la luz en este blog. Pensaba entonces que “el coronavirus pasará, pero el futuro de nuestro País, Euzkadi, dependerá del esfuerzo de cada persona en colaboración con el resto de ciudadanía, asociaciones, empresas e instituciones de autogobierno”. Creía y sigo creyendo que solo de este modo podremos conseguir mejores niveles de salud, trabajo y bienestar para todos. Y concluí aquel post con una esperanza “como en otras ocasiones también ahora lo conseguiremos. Seguro”.
Hoy, tengo más necesidad de creer que seguridad en que eso vaya a ser así. El comportamiento de nuestra sociedad en su conjunto, cada uno con nuestra cuota de responsabilidad, no ha sido precisamente de ayudar. El espíritu colaborativo que siempre ha caracterizado a la sociedad vasca, el Auzolan, salvo en los primeros momentos de agobio social, ha brillado por su ausencia y ha sido sustituido por un “y de lo mío qué” ejemplo de un preocupante reforzamiento de un egoísmo, individual y gremial, en nuestra sociedad. Eso cuando no hemos asumido el papel de “sabios muy sabios”, o directamente “sabelotodos”, y nos hemos dedicado a criticar a diestro y siniestro y, sobre todos, a quienes han tenido y tienen la responsabilidad de gobernar esta sociedad, principalmente en el ámbito sanitario, sin el más mínimo contraste entre medidas “arreglatodo” y realidad de nuestro entorno.
Me resultó
muy triste ver cómo sindicatos y colegios profesionales de toda índole y credo
se pusieron a exigir la vacunación de sus componentes cuando era público y
evidente que el suministro no era el suficiente para ello, pretendiendo
anteponerse a otros colectivos (como el personal de supermercados y comercio
esencial de cercanía) que habían realizado una labor muy importante y poco
agradecida durante el periodo de confinamiento y que lógicamente, deberían
estar antes que ellos en el ranking de prioridades para la vacunación. Me resultó
poco gratificante ver cómo amigos, profesionales formados en ciencias, fueron
capaces de criticar toda una estrategia de vacunación en base a un dato
estadístico de una serie en evolución diaria, resultado de un buen número de
variables, sin analizar lo más mínimo si el dato era verdad, mentira o media
verdad (o sea doble mentira) sólo porque dicho dato había aparecido como
titular en algunos medios periodísticos que, dicho sea de paso, eran lejanos a
su ideología y habían elegido el titular con el fin de dañar la
imagen gubernamental.
Durante
este tiempo hemos visto cómo, lejos de reforzarse nuestro Km0 económico,
empresas de capital originariamente vasco, privado o institucional, han “tirado
la toalla” y se “han visto forzadas”, previo jugosos ingresos económicos por
supuesto, a vender sus participaciones a socios ajenos a Euzkadi o trasladar
sus sedes u operaciones relevantes fuera de nuestro País. También ha ocurrido
que algunas de nuestras Instituciones, bajo el falso amparo de las limitaciones
a la movilidad decretadas, han seguido a pies juntillas las peores prácticas en
atención al público de las empresas de seguros, eléctricas y banca, desplazando
de modo absoluto la atención cercana y personal por una atención distante
telefónica o digital en temas de tan difícil comprensión para la ciudadanía en
general como la campaña de renta 2020.
En
estos dos años he percibido una gran pérdida de liderazgo en nuestros
dirigentes a medida que ha avanzado la pandemia. Empezaron francamente bien, dando
instrucciones firmes y claras en los momentos iniciales de la pandemia cuando
más necesarias eran y más efectivas resultaron (a pesar de la
inconstitucionalidad partidistamente declarada por el sacrosanto tribunal). Posteriormente
bajaron el nivel publicando en disposiciones normativas meras recomendaciones
que nunca debieran de haber visto la luz en un Boletín Oficial y sí ser
difundidas con reiteración y claridad meridiana en los distintos medios de
comunicación, sobre todo en los públicos. Y han acabado bajando su nivel de
implicación recurriendo a ideas sonda que si no eran imitadas por las
Comunidades colindantes no se proponían y que si se concretaban en proyectos de
normativa y eran echadas abajo por el Tribunal Superior de Justicia del País
Vasco, no se recurrían al Supremo “por no entrar en conflictos jurídicos” dando
la sensación de que, directamente, no se querían implantar para no tener que
enfrentarse a los sectores económicamente afectados por la eventual aplicación
de las mismas. El caso más claro el del “pasaporte COVID” donde a regañadientes
se rompió esta tendencia y no hay referencia pública a sanciones sobre el
manifiesto incumplimiento de su exigibilidad en bares y restaurantes. Por no
hablar de las recomendaciones del LABI (político, por supuesto) en relación a
las cabalgatas navideñas atendidas con “distintos niveles de aceptación” según
qué ayuntamientos partícipes de este organismo.
Está
claro que en lo que llevamos de pandemia, algunos aventuran que estamos
llegando ya a la endemia, hemos soportado una auténtica infoxicación
(intoxicación informativa) por parte de todos los medios de comunicación. Esta
circunstancia es entendible en aquellos medios que han convertido la
publicación de cualquier cosa (información y noticias son algo muy concreto y
definido) en su forma de incidir en la sociedad para apoyar o destruir, según
sea el caso, al gobierno de turno. O simple y llanamente para hacer negocio.
Pero, esta actitud en ningún caso es entendible en un medio público como EITB
donde los mensajes de “servicio público” deberían haber estado por encima de
opiniones de tertulianos y reporteros en la programación en general y sobre
todo en los informativos diarios. No ha contribuido en nada a la claridad de
mensajes que en el Teleberri de turno se ofreciera todos los días una retahíla
de datos sobre la pandemia que eran repetidos durante 15 o 20 minutos, pero
variando el lugar de referencia de estos. Se empezaba por la Comunidad Autónoma
Vasca, se continuaba con la Comunidad Foral Navarra y se seguía, según el día,
con Madrid, Cataluña, Francia, Alemania, Australia o cualquier otro lugar del
que se tuviese datos. Todo ello con el resultado de confundir más que de
informar a una ciudadanía preocupada por su salud. En programas de tertulia me
ha tocado ver cómo en los primeros días de la pandemia, cuando se tomó el acuerdo
de cerrar los centros escolares de Gasteiz, se cortó una rueda de prensa de la
Consejera de Sanidad dando explicaciones de tan extraordinaria e incomprendida
(entonces) decisión para entrevistar a un exconsejero de Sanidad y preguntarle
qué le parecían las medidas adoptadas del Gobierno Vasco. Menos mal que dijo
que bien. Otro día se fueron a la calle para preguntar a la gente si sabía
cuáles eran las normas de aplicación anti COVID o si estaba confundida (no era
de extrañar tras lo comentado) y cuando una señora comentó adecuadamente las
medidas restrictivas que, se acababa de acordar, entrarían en vigor al día
siguiente, la reportera de turno le matizó con un “pero hoy se puede, eso es a
partir de mañana”, como una invitación a seguir haciendo aquello que no se
consideraba apropiado para luchar contra la expansión de virus pero que la
seguridad jurídica impedía su inmediata aplicación. Alucinante, pero cierto.
Infoxicación de la buena con dinero de todos los vascos de la CAV.
Me
equivoqué, lo siento. Pensaba que la decisión de mantener la normativa
antipandemia propia, en relación con los aforos de espectáculos deportivos y
culturales, frente a las presiones de la todopoderosa UEFA iba a permitir
cambiar el paso en la promoción de eventos internacionales que pudieran estar
vinculados a la “Marca España” pero el Ayuntamiento de Bilbao demostró mi
equivocación solicitando para sí ser sede de un eventual Mundial de Futbol que
pretende organizar “Marca España” junto con Portugal. Creía que la pandemia haría
replantear la política fiscal de este País, donde, en los primeros momentos,
hasta los empresarios vascos propusieron la implantación de un recargo sobre el
IRPF con el que financiar los sobrecostes que “el bicho” estaba provocando en
las arcas públicas. Pero recientemente el presidente de Confebask ha vuelto a
llorar al fisco solicitando la desaparición del impuesto sobre el Patrimonio y,
a pesar de haber militado en un partido abertzale y de que la organización que
representa se apellide “bask”, ha demostrado que le trae al pairo un marco
autónomo de relaciones laborales. Ambos casos ponen de manifiesto que mi
esperanza de que Euzkadi pudiera aprovechar la desagradable situación vivida
para, entre todos, reforzar también la apuesta por un “Km0 político” era
también errónea.
Me
equivoqué, lo siento, pero creo que, desgraciadamente, volverá a suceder.
Quizás sea porque mi generación se está haciendo mayor sin haber sabido
transmitir a la siguiente generación social las enseñanzas recibidas de
nuestros mayores respecto al valor de la solidaridad, el esfuerzo por el bien
común y los ideales de hacer de Euzkadi un País reconocible y reconocido.
Quizás mi generación lleve mucho tiempo apoltronada en un estado de confort,
guiada por el espíritu de “por la paz un Ave María” sin haber apretado un poco,
sólo un poco, el acelerador en la divulgación de los valores de quienes
hicieron posible que antes de la dictadura y tras ella Euzkadi pudiera tener un
nivel de autogobierno capaz de iniciar la construcción de un País reconocido
por sus avances en materia de prosperidad y solidaridad. Euzkadi va a salir de
esta maldita pandemia, por supuesto, pero va a salir por pura inercia dejándose
llevar un sistema cada vez más globalizado (el empeño por poner en inglés el
nombre de cualquier proyecto gubernamental de cualquier nivel institucional raya ya con
lo enfermizo) y menos personalizado, y por los esfuerzos individuales guiados
por el sálvese quien pueda y “de lo mío que”, y no por el Auzolan y las ganas
de aportar como sociedad nuestras soluciones a nuestros problemas.
Espero
que jóvenes de una nueva generación social, más pronto que tarde, asuman el reto
de seguir manteniendo viva la llama de los valores que han hecho de Euzkadi un
País diferente. Ni mejor, ni peor que otros. Simplemente distinto. Por mi parte
intentaré aportar mi granito de arena mediante reflexiones constructivas desde
posiciones inconformistas y críticas, reflejando mi punto de vista sobre la
actualidad y el futuro de mi País a partir de los valores aprendidos de
generaciones precedentes. Aunque me vuelva a equivocar.
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D+1: Km0+Auzolan.
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