El pasado sábado 7 de septiembre José Félix Azurmendi
publicó un artículo en DEIA bajo el título ”Los
historiadores vascos no están enfermos”, en él recogía que “Arzalluz eligió para mensaje último, si no
epitafio, que él, como Juanito Celaya, que es a quien se lo escuchó, se sentía
enfermizamente vasco” y apoyado una serie de datos recientes argumentaba
que el nacionalismo vasco, a diferencia de lo que está ocurriendo en Catalunya no
tiene historiadores de cabecera, es decir, historiadores que cuenten la
historia desde aquí y no como nos la quieren hacer ver y escribir desde el
Estado. Afirmaba también en ese artículo Azurmendi que “la mayor parte de nuestros historiadores profesionales y no pocos de
nuestros políticos parecen libres de esa enfermedad”. Parecería haber leído
el artículo que en el periódico de aquel día se publicaba a su izquierda. El
artículo no era otro que el que bajo el título “Gallinero”
firmaba el miembro del Euzkadi Buru Batzar del PNV Koldo Mediavilla, donde el
autor pegaba un repaso a las noticias existentes a la vuelta de vacaciones,
argumentando que el mundo parecía un auténtico gallinero. Para acabar su
escrito enumeraba las incertidumbres que oteaba en el horizonte temporal
próximo: “La desaceleración económica
advierte de una nueva crisis. La recesión en Alemania es ya un síntoma febril
del enfriamiento de la economía. La proximidad del Brexit duro. La guerra
comercial entre China y Estados Unidos. La delicada situación geoestratégica en
Oriente Próximo con Irán como protagonista.”. Y añadía: “Y, en casa, la Diada catalana, la próxima
sentencia a los imputados del procés, la corrupción popular…”. Por mucho
afecto que los abertzales tengamos con el nacionalismo catalán, la Diada y el
procés, no creo que ninguno de esos asuntos ni, menos aún, la corrupción
popular sean temas de nuestra casa. Seguramente fue un desliz, pero en otros
tiempos no se hubiese producido.