jueves, 28 de marzo de 2019

La guerra no es un juego


Seguro que todos hemos jugado alguna vez. A dos; agua. Jota seis; tocado; Jota siete; hundido…Sí es el famoso juego de barcos. Un pasatiempo inofensivo al que se puede jugar con dos cuartillas de papel y dos lapiceros, a pesar de que algunas empresas jugueteras lo hayan sofisticado y empaquetado bajo el nombre de “Batalla naval” o, incluso con nombres o portadas más belicosas con el fin de hacer “más atractivo” algo que, se supone, todavía es un juego.

Pero las batallas navales reales no son un juego, y los portaaviones como el que atracó el pasado domingo en Getxo, tampoco. Son instrumentos de guerra. En teoría pensados para la defensa del país cuya bandera ondean pero, en realidad herramientas dispuestas a hundir enemigos en la mar, en tierra o en el aire. Por ello, es importante que la ciudadanía considere dichos elementos como peligrosos y no aptos para el disfrute en tiempo de ocio como si se tratasen de atracciones de un parque temático. Por ello es importante que la educación a nuestros jóvenes se haga en valores de paz y no de guerra. Y, por supuesto, resulta imprescindible que, de existir, los ejércitos estén plenamente convencidos de que su misión es servir a la sociedad que les mantiene con sus impuestos, sin que haya el mínimo resquicio a que dicha sociedad se vea apuntada por sus cañones.