Hace
ya un tiempo que iniciamos el confinamiento en el domicilio y algo más desde
que el primer caso de coronavirus apareció en Euzkadi. A lo largo de estos
días, y prácticamente desde el primero de ellos, hemos visto a cantidad de capitanes
del día después despotricando sobre lo mal que lo están haciendo nuestras
autoridades. Según ellos, se habían hecho pocos test en relación con otros países
como Corea o incluso sobre los que se hacían en otros países europeos, tampoco
el material para los sanitarios era el adecuado por una imperdonable falta de
previsión. Era necesario llamar a la UME e implantar hospitales de campaña en
el BEC siguiendo el “sabio” ejemplo de la primera potencia económica del
Estado, Madrid. Cualquier cosa ha servido para hacer leña de Osakidetza y, de
paso, atizar al Lehendakari Iñigo Urkullu. Otros aprovechaban el estado de alarma para
uniformizar directrices y competencias bajo un mando único. Vamos, para sabios
propios y ajenos la gestión vasca era un desastre y todos ellos sabían cómo se podía hacer
mejor.
Sin
embargo, los días pasan y los resultados ponen a cada uno en su sitio. Parece
que lo que todo el mundo sabía, que venía la pandemia, ha pillado a todos o
casi todos los países desprevenidos. No me estoy refiriendo a Estados Unidos,
al Reino Unido o a Brasil cuyos dirigentes ya habían dado muestras en otros
asuntos de ser unos elementos de preocupar. Me estoy refiriendo al conjunto de
países europeos y americanos. Los capitanes del día después, los “Tolosa” locales,
lo sabían pero los dirigentes políticos mundiales no. Para los que se metían y
siguen metiéndose con nuestro Gobierno, el vasco, conviene repasar algunos
datos. En estos momentos Euzkadi sigue bajando lugares en el ranking de las
Comunidades Autónomas con más casos, al ser superada por la megapotencia
económica Madrid, la superavanzada Catalunya y las dos Castillas. Además, en el
caso de muertes, también ha sido superada por la Comunidad Valenciana. En el
ranking de test por millón de habitantes Euzkadi se sitúa entre los primeros
países a nivel mundial y ello teniendo en cuenta la situación del mercado
internacional dónde la superpoderosa autoridad única centralizada se ha
mostrado bastante poco eficaz en la obtención de test, y material sanitario en
general. Pero nuestro Gobierno, el vasco, se inclinó, según parece con gran
éxito, por la fabricación en nuestro entorno de test rápidos. No sólo no ha
habido que habilitar el BEC, ni llamar a la UME, sino que se optó por utilizar
los propios hospitales para ampliar el número de UCIs hasta el punto de poder
ofrecer sus servicios a provincias, como Soria, donde por cierto hay desplegado
un hospital de campaña de la supereficiente UME, con poca eficacia según parece.
Otra cantinela es que la inversión en sanidad se ha ido recortando todos los
años y ello a pesar de que cualquier comparación con nuestro entorno más
cercano, las Españas, lo desmiente sin ningún lugar a dudas. ¿Se ha hecho todo
bien? Seguramente no. ¿Se podía haber hecho mejor? Desde casa y sin ninguna
presión, seguro. Pero a nadie con dos dedos de frente se le debiera escapar que
en cualquier crisis las decisiones no se adoptan con el manual de todos los
días, sino enfrentándose al problema según viene y encarándolo con los medios
de los que se dispone en ese momento, con seriedad y redoblando el esfuerzo
personal para poderse comer el elefante a cachos, priorizando en cada momento
las decisiones, en función de los medios con los que se cuenta, para poder obtener
el mejor resultado final. Y la crisis que vivimos no es, sin duda, una crisis
normal. Parece que se empieza a ver la luz al final de túnel. Veremos cuando
esto acabe el resultado comparado y podremos valorar. No obstante, en mi
opinión, Euzkadi a día de hoy está siendo ejemplo de cómo encarar esta crisis.
A los datos me remito.
Pero
ya tenemos todos interiorizado que tras esta crisis sanitará nos tocará padecer
una crisis económica y probablemente social y política. Por ello es necesario
sacar conclusiones de cómo nos estamos enfrentando a la crisis sanitaria para
poder salir también con éxito del preocupante escenario que se nos avecina. En
este sentido creo que habrá dos elementos básicos de los que no podremos
prescindir: Km 0 y Auzolan.
Si
antes del COVID-19 ya se hablaba de la necesidad de abordar el desarrollo
económico desde un punto de vista sostenible recurriendo, entre otros, a
elementos de Km0, la crisis que éste ha provocado refuerza esta idea. En estas
últimas semanas hemos visto cómo era necesario provocar la fabricación de
determinados productos esenciales por empresas de nuestro entorno ante el
desabastecimiento global de determinados productos básicos, cambiando en
algunos casos líneas de producción. La centralización de las compras no ha mejorado
la gestión del problema, por no decir que la ha empeorado. También hemos visto,
al menos en Euzkadi, cómo las decisiones sobre el modo de abordar la generación
de nuevas camas UCI ante una previsible avalancha de casos, ha sido resuelta
con éxito teniendo en cuenta nuestro entramado sanitario y nuestros medios, sin
necesidad de tener que acudir a soluciones estándar. En el ámbito económico muchos
pequeños empresarios han tenido que modificar los canales de comercialización
para dar salida a sus negocios que de otro modo se hubieran vistos abocados al
cierre, desde los suministradores de carne para las sidrerías de Gipuzkoa a la
cervecera La Salve, pasando por quienes han reconvertido líneas de producto
para cubrir necesidades logísticas de esta crisis. También el Gobierno Vasco ha
echado mano de Elkargi como elemento Km0 para poder encauzar las solicitudes de
ayudas de las pequeñas y medianas empresas de nuestro País. Una pena no poder
contar ahora con las Cajas de Ahorros piezas clave en la reconstrucción de
Euzkadi en los años 90. Quizás alguien se plantee más pronto que tarde volver a
crear este tipo de instrumentos financieros en nuestro entorno o, por qué no,
un Banco Público con oficinas abiertas a nuestro entramado económico como modo
de encauzar de forma directa, sin intermediaciones privadas, los recursos
públicos a las necesidades y necesitados sociales. Quizás también alguien haya
aprendido que eso de deslocalizar no va para nada ligado a hacer País y que
deberemos plantearnos poder mantener un entramado industrial que permita dar
satisfacción a nuestras necesidades básicas en casos de emergencia como el que
vivimos en la actualidad. Seguro que a lo largo de los próximos meses surgirán
más medidas similares pero las más eficientes vendrán, que a nadie le quepa la
menor duda, de nuestro entorno más cercano y ello no por ser mejor ni peores,
sino por conocer mejor nuestra realidad y nuestras necesidades.
El
otro factor determinante va a ser el Auzolan. Sí, el trabajo colaborativo. El
mismo que los profesionales sanitarios, o los de nuestra Ertzaintza, sin
disponer de los medios que desearían están llevando cabo para sacar adelante a
quienes ha tenido la mala suerte de encontrar al virus en su camino o para
evitar que su número aumente. El de cantidad de personas que día a día con un
sobre esfuerzo diario hace que nuestros servicios básicos estén cubiertos. El
de grupos de voluntarios que se ha ofrecido para colaborar en hacer más fáciles
estos días a nuestras personas mayores o personas con dificultades de movilidad
en estos tiempos de confinamiento. Este trabajo deberá prolongarse en la
sociedad en nuestro futuro próximo si queremos no volver a dejar a nadie atrás
en la salida de esta crisis. Serán necesarios los esfuerzos de empresarios y trabajadores
remando en la misma dirección Elkarrekin. Este País ha sido y sigue siendo
referente en cooperativismo, pero en nuestro futuro próximo va a ser necesaria también
una mayor participación de los trabajadores en las decisiones de otro tipo de empresas.
No como meros sindicalistas de clase, sino como personas que saben que su
futuro, el de sus familias y el de su sociedad está vinculado al éxito de su
trabajo. Partiendo de la idea de que quien más conoce de un trabajo es quien lo
realiza y que, en consecuencia, su opinión puede ser clave para corregir los
errores que puedan estar llevando al conjunto de la empresa por el camino
equivocado. Un concepto que Jack Stack expuso en Bilbao en el mes de enero de
la mano de Asle y que viene desarrollando con éxíto en Estados Unidos con su método
de los “minijuegos”. Desgraciadamente la situación actual no es un juego y por
ello debemos redoblar nuestros esfuerzos en los elementos solidarios básicos
como los impuestos. Sí los impuestos. Hace unos días un médico cubano al llegar
a Italia dijo que solidaridad no es dar lo que a uno le sobra, sino compartir
los que se tiene y eso en una sociedad avanzada se hace en base a los
impuestos, su equidad y su función redistributiva. Resulta insultante ver cómo
grandes instituciones y empresarios se están dedicando estos días a dar
donativos para el coronavirus, por los que además obtendrán beneficios
fiscales, cuando es conocido su bajísimo nivel de contribución fiscal en
relación a los beneficios de mareo que obtienen año tras año de sus empresas y
no siempre respetando la dignidad de los trabajadores. Este es un campo donde
nuestras instituciones deberán volver a ejercer las facultades que el Concierto
Económico y nuestro autogobierno les otorgan pero repensándose seriamente
algunos de los beneficios fiscales que ofrecen nuestra normativa, empezando por
los tratamientos de las rentas de capital, o el de las rentas irregulares de
nuestros multimillonarios deportistas o la más reciente reforma para atraer a
gurús de lo financiero a cambio de una tributación inferior a la de muchos que
ayer y hoy (sobre todo hoy) se están partiendo la cara en su trabajo para poder
sostener a sus familias o salvar vidas. Para quienes hace poco trataban de
confiscatorio el impuesto sobre el Patrimonio, decir que en Bizkaia los datos
oficiales publicados en relación al ejercicio 2017 señalaban que los que
tributaron por este impuesto habían incrementado su Patrimonio con relación al
ejercicio anterior en 868.131.754€, mientras que lo que pagaron por este
impuesto sólo fue de 80.074.659€, el 9,22%. Como se ha dicho muchas veces este
virus no conoce de clases sociales, pero todos en esta sociedad, en Euzkadi,
gracias a nuestro autogobierno sabemos que una buena sanidad, educación,
seguridad y cultura se pagan con impuestos, no con donativos. Y las medidas
económicas que habrá que implementar para ayudar a quienes resulten azotados
por la próxima crisis económica, también. Me gustaría que quienes critican la
gestión de nuestro Gobierno en la crisis sanitaria y le acusan de no haber
previsto los medios suficientes, repensasen antes de volver a hablar si su
contribución a esta sociedad, sobre todo la fiscal, se corresponde con su
capacidad económica en relación a su entorno más próximo.
El
coronavirus pasará, pero el futuro de nuestro País, Euzkadi, dependerá del esfuerzo de
cada persona en colaboración con el resto de ciudadanía, asociaciones, empresas
e instituciones de autogobierno. Solo de este modo podremos conseguir mejores niveles de salud,
trabajo y bienestar para todos. Como en otras ocasiones también ahora lo conseguiremos.
Seguro.
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