Parece que los primeros datos publicados sobre 2021 reflejan que la pandemia se acaba. No la sanitaria, que en estos momentos sigue manteniendo la atención primaria y las UCIs en niveles de ocupación altos, sino la económica. Las cifras de desempleo y de caída de la actividad en prácticamente todos los sectores que azotaron la economía en los primeros meses, afortunadamente, van quedando atrás. Unas cifras que reclamaron la presencia urgente de los presupuestos públicos para mitigar el impacto en la ciudadanía y evitar que se hiciesen realidad las premoniciones de quienes sugerían que el hambre traería más muertos que el coronavirus. Es evidente que se adoptaron medidas en tal sentido empezando con la regulación de los ERTEs, la posibilidad de aplazamientos de los pagos de hipotecas o alquileres, las apuestas por dotar de liquidez a las empresas mediante créditos blandos o avales garantizados, o los aplazamientos de los pagos de impuestos. Pero estas medidas incrementaron en poco tiempo el déficit público y la gran duda que se extiende entre la ciudadanía es si esta crisis la acabarán pagando los mismos, o si será posible acometer modificaciones fiscales que hagan que, como debiera ocurrir siempre y casi nunca pasa, esta vez sí, los que más tienen contribuyan en mayor grado a su financiación.
viernes, 28 de enero de 2022
Ocurrencias fiscales pandémicas
lunes, 17 de enero de 2022
Me equivoqué
Sí, me equivoqué. Me equivoqué cuando hace casi dos años escribí el último post que ha visto la luz en este blog. Pensaba entonces que “el coronavirus pasará, pero el futuro de nuestro País, Euzkadi, dependerá del esfuerzo de cada persona en colaboración con el resto de ciudadanía, asociaciones, empresas e instituciones de autogobierno”. Creía y sigo creyendo que solo de este modo podremos conseguir mejores niveles de salud, trabajo y bienestar para todos. Y concluí aquel post con una esperanza “como en otras ocasiones también ahora lo conseguiremos. Seguro”.
Hoy, tengo más necesidad de creer que seguridad en que eso vaya a ser así. El comportamiento de nuestra sociedad en su conjunto, cada uno con nuestra cuota de responsabilidad, no ha sido precisamente de ayudar. El espíritu colaborativo que siempre ha caracterizado a la sociedad vasca, el Auzolan, salvo en los primeros momentos de agobio social, ha brillado por su ausencia y ha sido sustituido por un “y de lo mío qué” ejemplo de un preocupante reforzamiento de un egoísmo, individual y gremial, en nuestra sociedad. Eso cuando no hemos asumido el papel de “sabios muy sabios”, o directamente “sabelotodos”, y nos hemos dedicado a criticar a diestro y siniestro y, sobre todos, a quienes han tenido y tienen la responsabilidad de gobernar esta sociedad, principalmente en el ámbito sanitario, sin el más mínimo contraste entre medidas “arreglatodo” y realidad de nuestro entorno.