.
Dicen que rectificar es de sabios. Algún sabio debe
haber, en consecuencia, entre quienes toman las decisiones estratégicas sobre
el futuro de Kutxabank, ya que, por unos años al menos, va a seguir intentando
ser “Kutxabask”, corrigiendo de plano la estrategia seguida por su anterior
presidente, Mario Fernández, artífice del diseño de la privatización de las
antiguas cajas de ahorros de la Comunidad Autónoma de Euskadi, mediante el
proceso de fusión y posterior puesta en el mercado de la mayoría de su capital
social.
Eso es lo que se deduce de la intervención de su
actual presidente, Gregorio Villalabeitia, en la conferencia que el pasado 23
de septiembre organizó la patronal vizcaína CEBEK. Una intervención en la que
dejó claro que el crecimiento dejará de ser una prioridad, que la estructura
accionarial seguirá siendo la que es, sin salir a bolsa, en contra de la opinión del Banco de España, y que las participaciones empresariales, que
tan importantes son en la configuración de una estrategia de País y de las que,
tanto por cuestiones de legalidad como por imputación de costes, deberá
deshacerse en un plazo razonable, no caerán en manos de cualquiera en el
mercado, sino que serán trasmitidas a los accionistas del Banco, las fundaciones
bancarias correspondientes a las antiguas cajas de ahorros.
Tres puntos clave en la estrategia del banco,
correctos desde la posición vengo defendiendo en este blog, que suponen una
auténtica enmienda a la totalidad de la visión estratégica propuesta por Mario
Fernández y que ha sido posible ponerlos en marcha a partir del pasado 27 de noviembre
fecha en la que éste dimitió como presidente de Kutxabank. Una noticia que, por
cierto, pilló desprevenidos a muchos
analistas e incluso al diario DEIA, primero en dar la noticia. Su titular “Mario Fernández deja la presidencia de
Kutxabank” fue acompañado del
antetítulo “Hasta el nombramiento del
nuevo presidente, Mario Fernández seguirá al frente de la entidad” y sabido
es que no hubo periodo de interinidad. De manera inmediata se supo que Gregorio
Villalabeitia ocuparía su lugar y el relevo fue cuestión prácticamente de
horas. La exposición pública del cambio de rumbo ha tardado algo más pero, por
fin, ha llegado.
A pesar de la rectificación, o precisamente por
ella, creo necesario exponer mi opinión sobre porqué hemos llegado hasta aquí, si las cosas
se podrían haber hecho de otro modo y si ha habido algún coste en el camino.
En relación al por qué la respuesta es clara: por el poder concedido en su día a Mario
Fernández. Un poder que le permitió liderar, sin ningún contraste aparente, la
negociación de una Ley de Cajas de Ahorro que, lejos de suponer una tabla de
salvación para el futuro de las cajas de ahorros vascas (como se vendió),
significaba su certificado de defunción como tales puesto que su texto incluía
varios artículos que hacían que, a la entrada en vigor de la ley, fuese
imposible dar marcha atrás la estrategia iniciada varios años antes y mantener a
las cajas de ahorros vascas como tales, como cajas.
La Ley 26/2013 de Cajas de Ahorros y Fundaciones
Bancarias, vigente en la actualidad, señala que el ámbito de actuación de éstas
no puede exceder el territorio de una
comunidad autónoma, aunque permite sobrepasar este límite siempre que se actúe
sobre un máximo de diez provincias limítrofes entre sí. En otro apartado obliga
a convertirse en fundaciones bancarias a las cajas de ahorros cuya cuota en el
mercado de depósitos de su ámbito territorial de actuación sea superior al 35
por ciento del total de depósitos. Por si fuera poco, obligaba a las cajas de
ahorro que, a la entrada en vigor de la ley ejercían su actividad como entidad
de crédito a través de una entidad bancaria, a transformarse, en el plazo de un
año, en una fundación bancaria u ordinaria, sin que, según la ley, procediera la
adaptación de sus estatutos y órganos de gobierno a lo establecido en el
apartado regulador de las cajas de ahorros, dentro del propio articulado.
Cuando esto estaba en discusión parlamentaria se
sabía, lógicamente, que BBK se había adjudicado en 2010 el 100% de la caja
cordobesa CajaSur y su integración con la operativa de BBK se había hecho en un
plazo record, que la cuota de mercado de depósitos de cualquiera de las tres
cajas de ahorros vascas era superior al 35% en su ámbito territorial y que BBK, Kutxa y Vital habían
traspasado su negocio financiero a Kutxabank para que este iniciase su andadura
como tal el 1 de enero de 2012. Blanco y en botella. El camino de las cajas
vascas con tal figura jurídica había finalizado. No se entiende por tanto que
el grupo nacionalista apoyase al Partido Popular en la aprobación de esta ley.
No, desde luego, si se pretendía que Kutxabank mantuviese la misma razón de ser
y el mismo estilo de propiedad que habían tenido hasta ese momento las cajas de
ahorros vascas. Alguien había decidido que a partir de un determinado momento
existiría un banco y, para eso sí, el contenido de la nueva ley era perfecto.
Pero,
no sólo se cometieron errores con la aprobación de la Ley. En el propio proceso
de creación de Kutxabank también se cometió, desde mi punto de vista, uno muy
importante que ahora se pretende corregir. Me refiero a que las cajas de
ahorros no sólo traspasaron al nuevo banco su negocio financiero, como parece
deducirse, incluso, de lo que a día de hoy aparece en su página web, sino que
le traspasaron también los paquetes accionariales de empresas consideradas
estratégicas por cada una de las cajas en su territorio. Unos paquetes de
acciones que en algunos casos, como ya se ha señalado en este blog, hubo que
vender en parte al no poder mantener Kutxabank legalmente, los niveles de
participación que sí hubieran sido posibles de haber seguido siendo accionistas
las fundaciones sucesoras de las cajas de ahorros. Ahora, lo que queda de esas
participaciones se va a vender o traspasar a éstas en una operación que
permitirá seguir considerando estas inversiones como estratégicas, liberando a
Kutxabank de la penalización que su propiedad puede suponerle para la gestión
puramente bancaria, después eso sí de que las plusvalías obtenidas por la venta
de esos paquetes accionariales “excedentarios” hayan servido en los últimos
años para engrosar la cuenta de resultados de esta entidad, mejorando de ese
modo, unas cifras quizás no tan buenas en la gestión puramente bancaria.
Como
consecuencia de lo anterior, creo sinceramente que este proceso de fusión de
las cajas vascas ha tenido unos costes. En primer lugar, el coste de imagen que
el intento de privatización liderado por Mario Fernández produjo a la
entidad bancaria entre la ciudadanía vasca. A él habría que añadir el
correspondiente a la pérdida de presencia estratégica en aquellas entidades
como Iberdrola o Euskaltel de las que se ha vendido, de forma obligada, parte
de las participaciones existentes antes de la fusión. En el caso de Euskaltel,
además, acompañado con el escándalo mayúsculo del enriquecimiento obsceno de
sus dirigentes, que a día de hoy siguen manteniendo que poco menos que fueron
obligados a pegar el pelotazo. La caradura de algunos no tiene límites.
Volviendo
al principio, felicito la nueva apuesta estratégica de Kutxabank con la
esperanza de que la misma sirva para que recupere el papel de entidad
colaboradora en el desarrollo económico del territorio que originó su creación
y, en particular, de muchas pequeñas y medianas empresas que habían visto en
los últimos años cómo el banco les había abandonado a su suerte en los momentos
en que estas más requerían de su (re)financiación.
Me
gustaría que cuando se replantee de nuevo cuál debe de ser el tamaño de la
entidad se piense que lo importante no es crecer sino adecuarse permanente a
las necesidades de las personas del entorno que vió nacer las cajas de ahorros
vascas. En este sentido quizás hubiese sido más interesante para la propia
armonía de Kutxabank haberse hecho con la Caja de Ahorros de Navarra que con
CajaSur. ¿Será posible que los sabios reviertan también esta apuesta en el
futuro? Espero que sí.
En relación al anteúltimo párrafo, confirmar esta lejanía de Kutxabank, especialmente para con las PYMEs que, por otro lado,son las que mantienen una gran cota del empleo de este país, con una estrategia de rotación de gestores elevada y un perfil de éstos meramente analítico y desprovistos de cualquier otra estrategia que no fuese la de rentabilidad cortoplacista. Esa falta de visión y esa desafección para con las PYMEs vascas también debe reconducirse y volver a ser Kutxabank un referente por su apoyo al tejido industrial y, en última instancia, al empleo.
ResponderEliminar