Nuestro pueblo en 1936 también sufrió las veleidades de un dictador. No se llamaba Putin, sino Franco y el ejército ocupante no fue el ruso, sino el sublevado ejército “nacional” español. También padeció miles de muertos y exiliados, y el bombardeo de decenas de pueblos y ciudades siendo el más emblemático el de Gernika que quedó arrasada por los colaboradores internacionales del dictador, pero que la propaganda franquista atribuyó a los nacionalistas vascos. Los responsables institucionales de Euzkadi se vieron abocados al exilio con el Lehendakari Jose Antonio Aguirre a la cabeza, aunque también los hubo que fueron fusilados, como el Consejero de Sanidad Alfredo Espinosa. Los líderes de los distintos partidos políticos también tuvieron que salir, pero algunos se quedaron junto a su pueblo y fueron fusilados o sufrieron cárcel, trabajos forzados o destierro como el resto de las personas que habían luchado contra los sublevados. Al final de la guerra se expoliaron propiedades que se repartieron entre los fieles seguidores del régimen, se persiguió el euskera y cualquier demostración relacionada con la cultura vasca. Quienes aquí se quedaron sufrieron cuarenta años de dictadura y opresión asfixiante mantenida y/o consentida primero por los instigadores de la Segunda Guerra Mundial y más tarde por quienes se impusieron en esa contienda. Y eso no se olvida.
Tras
el fallecimiento de Franco en su cama en 1975, quienes seguían sosteniendo la
estructura de la dictadura pactaron la denominada transición y, con la Ley de
Amnistía, evitaron pagar por sus crueldades durante los “gloriosos años del
Régimen”. Nuestros exiliados políticos pudieron volver a Euzkadi presentarse a
unas elecciones y luchar por recuperar para nuestro País un nivel competencial
cuando menos similar al otorgado por las Cortes de la Republica una vez
iniciada la guerra. Sólo tras la consecución del Estatuto de Gernika, en 1979,
volvió a Euzkadi el Lehendakari Jesús María de Leizaola, heredero y custodio de
la legitimidad histórica del Gobierno de Aguirre, para hacer traspaso de ésta a Carlos
Garaikoetxea, entonces Presidente del Consejo General Vasco, quien en 1980
sería designado Lehendakari por el primer Parlamento Vasco de la historia y entre
cuyas primeras prioridades se encontraba reconstruir las instituciones del País
que la guerra y la dictadura asolaron. Y eso no se olvida.
Se
trataba de recuperar una Universidad Pública Vasca por la que el propio
Lehendakari Leizaola ahora hace 100 años, en 1922, se manifestó ante el rey
Alfonso XIII en Gernika, siendo detenido por la Guardia Civil. Una Universidad
que, fiel a sus creencias, logró fundar en 1936 siendo Consejero de Justicia y
Cultura del Gobierno Vasco ubicando su primera Facultad, la de Medicina, en
Basurto.
Se
trataba de recuperar la Ertzaña, cuerpo civil creado en 1936 siendo consejero
de Gobernación Telesforo de Monzón, con el fin de garantizar la seguridad de la
ciudadanía y evitar disturbios en la zona en que el Gobierno Vasco pudo ejercer
su autoridad durante la guerra. En este caso, además, debía de hacerse más
realidad, si cabe, el significado de la palabra creada por Lauaxeta, “ertzaña”
cuidador del pueblo, teniendo en cuenta el papel represor y opresor que tanto
la Policía Nacional española, como de la Guardia Civil habían desempeñado en
Euzkadi a lo largo de su historia y, especialmente, desde el inicio de la
dictadura.
Se
trataba de recuperar para el conjunto del territorio el Concierto Económico, un
régimen financiero de relación con el Estado creado en 1878, tras abolición
foral que trajo aparejada la victoria liberal en la Segunda Guerra Carlista, y
que había sido arrebatado a Bizkaia y Gipuzkoa, por los vencedores tras el
alzamiento, al ser considerados ambos territorios provincias traidoras.
Y se
trataba de recuperar el euskera, seña de identidad inequívoca de la existencia
de un pueblo cuyos orígenes son difíciles de ubicar en la historia, pero que
había perdurado en el tiempo precisamente por seguir manteniendo su idioma. Un
euskera al que ilustres vascos como Pio Baroja o Miguel de Unamuno no le
auguraban un buen futuro o directamente afirmaban que había que dejarle morir, por
no ser compatible con la modernidad. Unas premoniciones que chocaron con el
empeño de Sabino Arana por aprenderlo, primero, y por difundirlo, más tarde,
como parte fundamental de su trabajo en pro del renacimiento del Pueblo Vasco a
partir de su frase Euzkadi es la patria de los vascos y de la creación del
Partido Nacionalista Vasco. Un empeño que fraguó en el importante desarrollo
que el euskera tuvo en los primeros años del siglo XX hasta que los sublevados
tomaron Bilbao.
Y esos
elementos clave se recuperaron. En 1980 se recuperó la Universidad del País
Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea. En 1980, en Berroci, comenzó a
formarse el embrión de lo que más tarde, en 1982, sería la renacida Ertzaintza
que para la matrícula de sus vehículos quiso utilizar la “E” gótica que tenía
como emblema el cuerpo creado en 1936 simbolizando así su continuidad con aquél.
En 1981 se recuperó el Concierto Económico. En 1983, mediante Ley del
Parlamento Vasco se creó HABE y se regularon los euskaltegis. Años de efervescencia
política y de reconstrucción del País perdido por la guerra. Años de trabajo por
salir de la crisis industrial galopante y por adaptar Euzkadi para hacer frente
a los retos de finales del siglo XX, en el marco de la Unión Europea. Años de
ilusión por profundizar en el autogobierno recogido en el Estatuto de Gernika
que, de acuerdo con su Disposición adicional, no implica renuncia del Pueblo
Vasco a los derechos que como tal le hubieran podido corresponder en virtud de
su historia. Años inolvidables que algunas actuaciones institucionales parecen
empeñadas en querernos hacer olvidar.
Euzkadi
es la única Comunidad Autónoma del Estado que no ha modificado su Estatuto de
Autonomía. Ni cepillado, ni sin cepillar. Tras el intento frustrado del
Lehendakari Ibarretxe, ningún Gobierno Vasco ha mostrado el más mínimo interés
por impulsar ninguna propuesta, más allá de depositar su intención en una
Comisión Parlamentaria que “sigue en ello” sin fecha para que un texto
articulado vea la luz como inicio del proceso legal correspondiente de cara a
un nuevo Estatuto.
Cada
día hay más “Barojas” y “Unamunos” que creen que el euskera no sirve para la
modernidad y bautizan cualquier programa de gobierno o acción pública, en el
nivel institucional que sea, con nombre en inglés. Progres que, al amparo de
una falsa globalización, olvidan y echan por tierra los esfuerzos, públicos y
privados, en pro del “Euskara Plazara” iniciados tras la recuperación del
autogobierno y que hoy en día se siguen mostrando insuficientes en cuanto a
resultados, precisamente en los ámbitos institucionales.
La
Universidad del País Vasco lleva años en un proceso de continua adaptación a
los cambios normativos que regulan su actividad y de puesta al día para responder
a las necesidades que nuestra sociedad le demanda hoy y de cara al futuro.
También está inmersa en una reorganización de sedes que, en lo que respecta a
Bilbao, hará que pronto su Facultad de Medicina se instale en Basurto. No
obstante, al hablar de su historia fechan su nacimiento en 1980, olvidando que Medicina
y Basurto fueron la base de la Universidad Vasca creada por Leizaola en 1936.
El
Concierto Económico es una Institución clave para nuestro autogobierno y sin
embargo se ha hecho realmente poco para que la sociedad, desde el conocimiento
de sus elementos básicos, pueda defenderlo de los continuos ataques que recibe.
No es de extrañar cuando dirigentes políticos e institucionales hacen alarde de
su desconocimiento de esos conceptos básicos, incluso cuando son invitados a
escribir reseñas para conmemorar algún aniversario de su creación.
Precisamente hace unos días la Ertzaintza ha celebrado un
acto en conmemoración de su supuesto 40 aniversario. La publicidad en torno a
esta “efeméride” ignora su origen en 1936 y la organización del propio acto ha
generado críticas importantes entre quienes formaron parte de su recuperación en
1980 y en 1982. Faltas de detalle, olvidos o errores acumulados como la
referencia al acto en las fuentes oficiales del Gobierno señalando que el
Lehendakari en 1980 era Jose Antonio Ardanza y no Carlos Garaikoetxea. Pero
para muchos el olvido más importante, sin duda, fue el que representa foto de
la guardia de gala escoltando a los representantes de la Guardia Civil y de la
Policía Nacional. Ertzaña significa cuidador del pueblo y no protector de
cuerpos que históricamente han significado opresión y represión en nuestro
pueblo y que, bajo el mando de los escoltados, siguen siendo poniendo trabas al
desarrollo de la Ertzaintza al realizar más competencias de las que la ley les atribuye
y con más efectivos de los que correspondería a un despliegue acorde a sus
funciones. Por mucho que haya habido personas de estos cuerpos que hayan
sufrido directamente la acción terrorista de ETA, que sin duda condeno y por
cuyo sufrimiento creo deben de ser resarcidas, no hay informe, ni declaración gubernamental
que pueda blanquear las atrocidades que históricamente, y también en tiempos
recientes, han cometido estos
cuerpos contra personas de este pueblo y contra el desarrollo de su
autogobierno. Y esto lo debieran conocer a la perfección los ertzainas de hoy
si quieren seguir siendo vistos como cuidadores del pueblo y, en consecuencia,
seguir teniendo el cariño y el apoyo del pueblo al que sirven.
Nuestra
historia no empieza con la transición, ni nuestro autogobierno nace con el
Estatuto de Gernika. Pensar así no sólo supone situar a Euzkadi en el ámbito
del sano regionalismo español, supone además contribuir al olvido de cuarenta
años de dictadura que algunos pretenden. El 1 de abril de 1939 finalizó una
guerra que ganó Francisco Franco con su sublevado ejército nacional, provocó
miles de muertos y exiliados y suprimió el enésimo ejercicio de autogobierno de
este Pueblo. Y eso cualquier demócrata y, sobre todo, cualquier abertzale que
se precie debería tenerlo siempre presente y trasmitirlo a las siguientes
generaciones para evitar que el olvido de nuestra historia suponga la
desaparición de nuestro pueblo.
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