jueves, 31 de marzo de 2022

Cuando se olvida la historia se desaparece como pueblo

 

            El pasado 24 de febrero Rusia invadió Ucrania dando comienzo a una guerra que tras más de un mes de confrontación computa ya miles de muertos y millones de desplazados. Una guerra que está teniendo consecuencias económicas mundiales y cuyo fin no se atisba próximo, aunque haya quienes que opinen que el mes de abril pueda ser crucial para la evolución de la contienda en función de las necesidades logísticas del ejército ruso en su avance. Pero, pase lo que pase en abril, lo que ya ha ocurrido marcará sin duda la vida de varias generaciones de ucranianos que han visto cómo vecinos, amigos o familiares han muerto o se han visto obligados a salir de su País porque las casas y las ciudades en las que vivían han quedado destrozadas por el ejército ruso. Deberán empezar de nuevo en Ucrania, los que resistan, o en otra parte de mundo, los obligados a abandonarlo todo. Les han destrozado su vida y eso no se olvida.

            Nuestro pueblo en 1936 también sufrió las veleidades de un dictador. No se llamaba Putin, sino Franco y el ejército ocupante no fue el ruso, sino el sublevado ejército “nacional” español. También padeció miles de muertos y exiliados, y el bombardeo de decenas de pueblos y ciudades siendo el más emblemático el de Gernika que quedó arrasada por los colaboradores internacionales del dictador, pero que la propaganda franquista atribuyó a los nacionalistas vascos. Los responsables institucionales de Euzkadi se vieron abocados al exilio con el Lehendakari Jose Antonio Aguirre a la cabeza, aunque también los hubo que fueron fusilados, como el Consejero de Sanidad Alfredo Espinosa. Los líderes de los distintos partidos políticos también tuvieron que salir, pero algunos se quedaron junto a su pueblo y fueron fusilados o sufrieron cárcel, trabajos forzados o destierro como el resto de las personas que habían luchado contra los sublevados. Al final de la guerra se expoliaron propiedades que se repartieron entre los fieles seguidores del régimen, se persiguió el euskera y cualquier demostración relacionada con la cultura vasca. Quienes aquí se quedaron sufrieron cuarenta años de dictadura y opresión asfixiante mantenida y/o consentida primero por los instigadores de la Segunda Guerra Mundial y más tarde por quienes se impusieron en esa contienda. Y eso no se olvida.

Tras el fallecimiento de Franco en su cama en 1975, quienes seguían sosteniendo la estructura de la dictadura pactaron la denominada transición y, con la Ley de Amnistía, evitaron pagar por sus crueldades durante los “gloriosos años del Régimen”. Nuestros exiliados políticos pudieron volver a Euzkadi presentarse a unas elecciones y luchar por recuperar para nuestro País un nivel competencial cuando menos similar al otorgado por las Cortes de la Republica una vez iniciada la guerra. Sólo tras la consecución del Estatuto de Gernika, en 1979, volvió a Euzkadi el Lehendakari Jesús María de Leizaola, heredero y custodio de la legitimidad histórica del Gobierno de Aguirre, para hacer traspaso de ésta a Carlos Garaikoetxea, entonces Presidente del Consejo General Vasco, quien en 1980 sería designado Lehendakari por el primer Parlamento Vasco de la historia y entre cuyas primeras prioridades se encontraba reconstruir las instituciones del País que la guerra y la dictadura asolaron. Y eso no se olvida.

Se trataba de recuperar una Universidad Pública Vasca por la que el propio Lehendakari Leizaola ahora hace 100 años, en 1922, se manifestó ante el rey Alfonso XIII en Gernika, siendo detenido por la Guardia Civil. Una Universidad que, fiel a sus creencias, logró fundar en 1936 siendo Consejero de Justicia y Cultura del Gobierno Vasco ubicando su primera Facultad, la de Medicina, en Basurto.

Se trataba de recuperar la Ertzaña, cuerpo civil creado en 1936 siendo consejero de Gobernación Telesforo de Monzón, con el fin de garantizar la seguridad de la ciudadanía y evitar disturbios en la zona en que el Gobierno Vasco pudo ejercer su autoridad durante la guerra. En este caso, además, debía de hacerse más realidad, si cabe, el significado de la palabra creada por Lauaxeta, “ertzaña” cuidador del pueblo, teniendo en cuenta el papel represor y opresor que tanto la Policía Nacional española, como de la Guardia Civil habían desempeñado en Euzkadi a lo largo de su historia y, especialmente, desde el inicio de la dictadura.

Se trataba de recuperar para el conjunto del territorio el Concierto Económico, un régimen financiero de relación con el Estado creado en 1878, tras abolición foral que trajo aparejada la victoria liberal en la Segunda Guerra Carlista, y que había sido arrebatado a Bizkaia y Gipuzkoa, por los vencedores tras el alzamiento, al ser considerados ambos territorios provincias traidoras.

Y se trataba de recuperar el euskera, seña de identidad inequívoca de la existencia de un pueblo cuyos orígenes son difíciles de ubicar en la historia, pero que había perdurado en el tiempo precisamente por seguir manteniendo su idioma. Un euskera al que ilustres vascos como Pio Baroja o Miguel de Unamuno no le auguraban un buen futuro o directamente afirmaban que había que dejarle morir, por no ser compatible con la modernidad. Unas premoniciones que chocaron con el empeño de Sabino Arana por aprenderlo, primero, y por difundirlo, más tarde, como parte fundamental de su trabajo en pro del renacimiento del Pueblo Vasco a partir de su frase Euzkadi es la patria de los vascos y de la creación del Partido Nacionalista Vasco. Un empeño que fraguó en el importante desarrollo que el euskera tuvo en los primeros años del siglo XX hasta que los sublevados tomaron Bilbao.

Y esos elementos clave se recuperaron. En 1980 se recuperó la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea. En 1980, en Berroci, comenzó a formarse el embrión de lo que más tarde, en 1982, sería la renacida Ertzaintza que para la matrícula de sus vehículos quiso utilizar la “E” gótica que tenía como emblema el cuerpo creado en 1936 simbolizando así su continuidad con aquél. En 1981 se recuperó el Concierto Económico. En 1983, mediante Ley del Parlamento Vasco se creó HABE y se regularon los euskaltegis. Años de efervescencia política y de reconstrucción del País perdido por la guerra. Años de trabajo por salir de la crisis industrial galopante y por adaptar Euzkadi para hacer frente a los retos de finales del siglo XX, en el marco de la Unión Europea. Años de ilusión por profundizar en el autogobierno recogido en el Estatuto de Gernika que, de acuerdo con su Disposición adicional, no implica renuncia del Pueblo Vasco a los derechos que como tal le hubieran podido corresponder en virtud de su historia. Años inolvidables que algunas actuaciones institucionales parecen empeñadas en querernos hacer olvidar.

Euzkadi es la única Comunidad Autónoma del Estado que no ha modificado su Estatuto de Autonomía. Ni cepillado, ni sin cepillar. Tras el intento frustrado del Lehendakari Ibarretxe, ningún Gobierno Vasco ha mostrado el más mínimo interés por impulsar ninguna propuesta, más allá de depositar su intención en una Comisión Parlamentaria que “sigue en ello” sin fecha para que un texto articulado vea la luz como inicio del proceso legal correspondiente de cara a un nuevo Estatuto.

Cada día hay más “Barojas” y “Unamunos” que creen que el euskera no sirve para la modernidad y bautizan cualquier programa de gobierno o acción pública, en el nivel institucional que sea, con nombre en inglés. Progres que, al amparo de una falsa globalización, olvidan y echan por tierra los esfuerzos, públicos y privados, en pro del “Euskara Plazara” iniciados tras la recuperación del autogobierno y que hoy en día se siguen mostrando insuficientes en cuanto a resultados, precisamente en los ámbitos institucionales.

La Universidad del País Vasco lleva años en un proceso de continua adaptación a los cambios normativos que regulan su actividad y de puesta al día para responder a las necesidades que nuestra sociedad le demanda hoy y de cara al futuro. También está inmersa en una reorganización de sedes que, en lo que respecta a Bilbao, hará que pronto su Facultad de Medicina se instale en Basurto. No obstante, al hablar de su historia fechan su nacimiento en 1980, olvidando que Medicina y Basurto fueron la base de la Universidad Vasca creada por Leizaola en 1936.

El Concierto Económico es una Institución clave para nuestro autogobierno y sin embargo se ha hecho realmente poco para que la sociedad, desde el conocimiento de sus elementos básicos, pueda defenderlo de los continuos ataques que recibe. No es de extrañar cuando dirigentes políticos e institucionales hacen alarde de su desconocimiento de esos conceptos básicos, incluso cuando son invitados a escribir reseñas para conmemorar algún aniversario de su creación.

Precisamente hace unos días la Ertzaintza ha celebrado un acto en conmemoración de su supuesto 40 aniversario. La publicidad en torno a esta “efeméride” ignora su origen en 1936 y la organización del propio acto ha generado críticas importantes entre quienes formaron parte de su recuperación en 1980 y en 1982. Faltas de detalle, olvidos o errores acumulados como la referencia al acto en las fuentes oficiales del Gobierno señalando que el Lehendakari en 1980 era Jose Antonio Ardanza y no Carlos Garaikoetxea. Pero para muchos el olvido más importante, sin duda, fue el que representa foto de la guardia de gala escoltando a los representantes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional. Ertzaña significa cuidador del pueblo y no protector de cuerpos que históricamente han significado opresión y represión en nuestro pueblo y que, bajo el mando de los escoltados, siguen siendo poniendo trabas al desarrollo de la Ertzaintza al realizar más competencias de las que la ley les atribuye y con más efectivos de los que correspondería a un despliegue acorde a sus funciones. Por mucho que haya habido personas de estos cuerpos que hayan sufrido directamente la acción terrorista de ETA, que sin duda condeno y por cuyo sufrimiento creo deben de ser resarcidas, no hay informe, ni declaración gubernamental que pueda blanquear las atrocidades que históricamente, y también en tiempos recientes, han cometido estos cuerpos contra personas de este pueblo y contra el desarrollo de su autogobierno. Y esto lo debieran conocer a la perfección los ertzainas de hoy si quieren seguir siendo vistos como cuidadores del pueblo y, en consecuencia, seguir teniendo el cariño y el apoyo del pueblo al que sirven.

Nuestra historia no empieza con la transición, ni nuestro autogobierno nace con el Estatuto de Gernika. Pensar así no sólo supone situar a Euzkadi en el ámbito del sano regionalismo español, supone además contribuir al olvido de cuarenta años de dictadura que algunos pretenden. El 1 de abril de 1939 finalizó una guerra que ganó Francisco Franco con su sublevado ejército nacional, provocó miles de muertos y exiliados y suprimió el enésimo ejercicio de autogobierno de este Pueblo. Y eso cualquier demócrata y, sobre todo, cualquier abertzale que se precie debería tenerlo siempre presente y trasmitirlo a las siguientes generaciones para evitar que el olvido de nuestra historia suponga la desaparición de nuestro pueblo.

 

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