Han pasado ya veinte días de la celebración de las
elecciones del 20 de Diciembre. Unas esperadas elecciones de las que se pensaba
que supondrían, el final de la mayoría absoluta de un PP plagado de casos de
corrupción, generador durante su mandato de un nivel de desigualdad social
desconocido en la España post-franquista y ejerciente de un estilo de gobernar
despótico con la oposición. Se esperaba también la irrupción en el congreso de
los Diputados de nuevos partidos precursores de una “nueva política”, de una
dinámica de acuerdos que restituyera a la sociedad su papel dinamizador de la
vida política, haciéndola sujeto activo de la misma y no elemento pasivo
soportante de la crisis económica y las desastrosas decisiones tomadas durante la última legislatura para combatirla. Por último, se esperaba el fin
del bipartidismo generador en gran parte de los desmanes políticos sacados a la
luz en los últimos años como consecuencia de cegueras voluntarias basadas en el
“hoy por ti, mañana por mí”, o en el “y tú más” como respuesta defensiva que, tal vez, serviría en foros parlamentarios, pero que cada vez era menos soportada por la opinión
de los ciudadanos. Pero, efectuada la votación, los resultados nos han dejado
un escenario que, aunque a primera vista responde a las esperanzas mencionadas, algunos han denominado como el “caos
perfecto” y para mí representan un auténtico sudoku de difícil solución.
La
verdad es que la campaña resultó bastante entretenida. No había espacio serio o
de entretenimiento, en cadenas de radio y televisión, públicas o privadas, que
no incorporase algún candidato. La presencia televisiva de Pablo Iglesias
catapultó la candidatura de Podemos en las elecciones europeas y supuso, como
he reiterado en varias ocasiones, un antes y un después en la forma de hacer
política. Estaba claro que el resto de actores políticos reaccionaría a esa
forma de actuar y esta campaña electoral ha sido un claro ejemplo de ello. La
derecha política necesitaba de un político que contrarrestase la acción de
Podemos y encontró en Ciudadanos la marca blanca a la que agarrarse para evitar
el impacto electoral que en la sociedad estaba teniendo la imagen de cambio y renovación
transmitida por Iglesias, Errejón y compañía. Además, qué mejor candidato que
Albert Rivera un político que empezó su andadura política en pelotas (me estoy refiriendo
al cartel electoral utilizado en su primera campaña electoral en Cataluña) y
que en las plebiscitarias catalanas había conseguido situar a su partido (allí
“Ciutadans”) como primera fuerza “unionista” por delante de PP, de PSOE y,
también, de la marca catalana de Podemos (Catalunya Sí que es Pot). Su campaña
electoral, a la que hoy en día acusan de errónea, fue diseñada para situar a su
candidato como uno más en la pelea por la presidencia del gobierno, pero,
casualmente, cuando los sondeos preelectorales más adhesiones les daban, fue
pinchada su burbuja para poner en liza al auténtico candidato de la derecha: Mariano Rajoy.
A pesar de la cantidad de “memes” que le tuvieron como protagonista en la
campaña, a pesar de su inmovilismo, a pesar de no estar nada clara, o sí, su
relación con Bárcenas y la corrupción en el PP. O quizás por ello. Su mal trago
se lo tuvo que llevar en su debate a la antigua usanza con Pedro Sánchez,
representante de un PSOE en caída libre y al que sólo le salvó ese enfrentamiento
para poder salvar los muebles electorales y quedarse en una situación que le
puede hacer pasar de villano a héroe, si no fenece en algún conclave interno.
¿Y
en Euskadi? Como dicen los chavales ahora: sin más. Una campaña como el resto,
donde los partidos abertzales remarcaron una vez más la necesidad de tener una
representación importante en Madrid para poder defender los temas importantes
de Euskadi. Cierto, se habló del derecho a decidir y del Concierto Económico,
pero de poco más y sobre estos temas, en algunos momentos importantes, con poco
convencimiento y/o conocimiento. Por lo que respecta a los sondeos electorales,
los publicados vaticinaban una victoria del PNV que podría conseguir hasta 6
Diputados con una caída de la izquierda abertzale que seguiría la tendencia a
la baja las últimas elecciones
Municipales y Forales. Pero los no publicados parecían aventurar otra cosa.
Koldo Mediavilla Secretario del EBB del PNV la noche del final de campaña
publicaba en su blog “dana eman behar” una entrada (que sería reproducida en la
jornada de reflexión en el diario DEIA) bajo el título “¿Voto catódico?” en la
que avanzaba que el desarrollo de la campaña iba a afectar al resultado
electoral en Euskadi “en mayor medida a
las tradiciones políticas de corte estatal que actúan aquí. También a otros,
cuya fortaleza creíamos consolidada”. Y, a pesar de la venta a posteriori,
acertó.
Y
llegaron los resultados: PP 123, PSOE 90, Podemos 69, Ciudadanos 40, Esquerra
Republicana 9, Democràcia i Llibertat 8, Partido Nacionalista Vasco 6,
Izquierda Unida 2, EH Bildu 2 y Coalición Canaria 1. Y como siempre en la noche
electoral todos ganaron. Pero, en esta ocasión, al despertarse al día siguiente
todos se dieron cuenta de que su victoria tenía un “pero”. El Partido Popular
había sido el más votado, sí, pero además de haber perdido 3,6 millones de
votos y 43 diputados tenía imposible formar gobierno solo con Ciudadanos y se
veía obligado a buscar la “Gran Coalición” a la alemana con el Partido
Socialista. Este, por su parte, se convertía en opción de gobierno con Podemos
y los nacionalistas a pesar de haber perdido 1,5 millones de votos y 20
Diputados, pero las declaraciones de Pablo Iglesias en la noche electoral a
favor del derecho a decidir de Cataluña hicieron hervir la conciencia española
de la baronesa andaluza y del resto del séquito de Secretarios Generales
Territoriales contrarios a Pedro Sánchez y, a pesar de remarcar que no
ayudarían a Gobernar al PP con una gran coalición, decidieron marcar su
particular línea roja en este tema, poniendo sobre la mesa, también, la
necesidad de mantener las fechas del Congreso Socialista mandando con ello un
aviso a su todavía hoy Secretario General y candidato la Presidencia del
Gobierno. Podemos también se dio cuenta de que, a pesar de sus magníficos
resultados (más de 5 millones de votos y victoria en Cataluña y Euskadi), esta
vez no había conseguido su asalto a la Moncloa ni podría plantearse ninguna
reforma constitucional por los resultados del PP aunque, en su caso, podía seguir
forzando sus líneas rojas en el campo social y del derecho a decidir ya que,
probablemente, en una repetición de las elecciones podría asestar un golpe
definitivo a un PSOE en declive y con gran debate interno. Ciudadanos comprobó
que su irrupción en el Congreso con sus 3,5 millones de votos no le serviría
para nada: ni para formar gobierno, ni para tratar de evitarlo. Lamentable, por
cierto, su apelación “a los mercados” para posicionarse en contra de un
gobierno de izquierdas con los nacionalistas. Su burbuja había sido pinchada en
plena campaña electoral precisamente por quien controla los mercados, el
dinero, y, en mi opinión, tendrá el mismo futuro que otros partidos, como UPyD
que antes que él intentaron ocupar ese espacio electoral: desaparecer a medio
plazo, en cuanto el capital que ahora lo mantiene lo decida.
El sudoku estaba encima de la mesa. Cualquier
movimiento de un partido podía desencajar al intentar dar el siguiente paso. La posibilidad de repetir elecciones empezaba a ser la que contaba con más opciones entre los generadores de opinión. Pero, creo que la visita de Pedro
Sánchez a Portugal y el nombramiento de Carles Puigdemont como President de
Catalunya pueden hacer cambiar esta opción. António Costa, Presidente del
Gobierno de Portugal, también perdió las elecciones ante la derecha, en aquel
caso en coalición con el centro, y sus correligionarios pidieron su dimisión, pero consiguió
el apoyo del Partido Comunista (la primera vez en 40 años) y ahora gobierna en
aquél país. Cierto no existen los nacionalismos en Portugal pero, eso
precisamente, la existencia de distintas naciones hoy incluidas en el Estado
español es lo que puede hacer que Pedro Sánchez pueda pasar del villano a
héroe. De cesado como Secretario General del PSOE a ser considerado un hombre
de Estado. El reflote del “procés” con la formación de un nuevo gobierno en
Cataluña necesitará de auténticos hombre de Estado que negocien las condiciones
de la salida de Cataluña o, por qué no, la celebración de un referéndum que
limite los niveles de confrontación entre el Estado y la hoy Comunidad Autónoma.
Si Pedro Sánchez da un paso al frente en este sentido sería muy difícil que sus compañeros de partido le torpedeasen en el Congreso de los Diputados, so pena de
escisión interna y debacle en futuras elecciones. Si sucumbe a las presiones de
la derecha a cuenta del “procés” y colabora en la formación de gobierno con
Rajoy acabaríamos de nuevo en la España una grande y libre y, entonces sí que
sí, se haría pronto realidad la frase de que “el PSOE fue un partido creado y disuelto
por Pablo Iglesias”.
¿Y en Euskadi qué? Euskadi volvió a ser diferente.
Aquí EH Bildu no tenía ningún motivo para la alegría la noche electoral y desde
el primer momento reconoció sus malos resultados. Los seguidores de los
desaparecidos partidos izquierdistas existentes en la transición (EMK, LKI,
etc.) que durante todos estos años han apoyado, sobre todo en los momentos de
tregua de ETA, las distintas siglas con las que la izquierda abertzale se ha
presentado a las sucesivas contiendas electorales habían decido apoyar a sus
correligionarios de Podemos, en lugar de seguir apoyando a una fuerza abertzale.
Idea que quizás no hayan compartido nunca. Por eso, su anunciado proceso de
reflexión, el segundo tras el propuesto tras su fracaso en las elecciones
Municipales y Forales, se hace necesario para recomponer el espacio futuro de esta coalición
electoral. Por lo que respecta al PNV, consiguió sus 6 Diputados, pero tuvo sus
“peros”: perdió más de 20.000 votos y una fuerza que hasta hace relativamente
poco tiempo era considerada como un fenómeno español que no afectaría a
Euskadi, Podemos, fue la fuerza vencedora en la Comunidad Autónoma Vasca. Esta
última circunstancia le sitúa ante un escenario complicado de cara a las
elecciones autonómicas, a pesar de la opinión (deseo) expresada por el
Presidente del EBB, Andoni Ortuzar, de que los votos perdidos en estas
elecciones volverán en las elecciones autonómicas. Este partido debe aprovechar
para reflexionar o, mejor dicho, para iniciar un proceso de reflexión sobre
este tema su convocada Asamblea General bajo el lema “Batasuna ta Indarra”. Su
unidad necesitará de mayor fuerza interna que la que, sin duda, reflejarán los
resultados de la elección de sus cargos internos. Y su fuerza necesitará de la
unidad de más sectores sociales que los que, hoy en día, aglutinan sus políticas.
Y ello solo será posible si el debate adquiere la profundidad y amplitud de
temas que tuvo la Asamblea de Iruña de 1977 celebrada bajo el mismo lema. De lo
contrario, es bastante posible que tras el recuento electoral de las elecciones
autonómicas la dirección del PNV se encuentre con otro sudoku electoral sobre
su mesa o, quizás, con algo peor para sus intereses: la constatación de su
harakiri.
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