lunes, 11 de enero de 2016

Sudoku Postelectoral

Han pasado ya veinte días de la celebración de las elecciones del 20 de Diciembre. Unas esperadas elecciones de las que se pensaba que supondrían, el final de la mayoría absoluta de un PP plagado de casos de corrupción, generador durante su mandato de un nivel de desigualdad social desconocido en la España post-franquista y ejerciente de un estilo de gobernar despótico con la oposición. Se esperaba también la irrupción en el congreso de los Diputados de nuevos partidos precursores de una “nueva política”, de una dinámica de acuerdos que restituyera a la sociedad su papel dinamizador de la vida política, haciéndola sujeto activo de la misma y no elemento pasivo soportante de la crisis económica y las desastrosas decisiones tomadas durante la última legislatura para combatirla. Por último, se esperaba el fin del bipartidismo generador en gran parte de los desmanes políticos sacados a la luz en los últimos años como consecuencia de cegueras voluntarias basadas en el “hoy por ti, mañana por mí”, o en el “y tú más” como respuesta defensiva que, tal vez, serviría en foros parlamentarios, pero que cada vez era menos soportada por la opinión de los ciudadanos. Pero, efectuada la votación, los resultados nos han dejado un escenario que, aunque a primera vista responde  a las esperanzas mencionadas,  algunos han denominado como el “caos perfecto” y para mí representan un auténtico sudoku de difícil solución.

            La verdad es que la campaña resultó bastante entretenida. No había espacio serio o de entretenimiento, en cadenas de radio y televisión, públicas o privadas, que no incorporase algún candidato. La presencia televisiva de Pablo Iglesias catapultó la candidatura de Podemos en las elecciones europeas y supuso, como he reiterado en varias ocasiones, un antes y un después en la forma de hacer política. Estaba claro que el resto de actores políticos reaccionaría a esa forma de actuar y esta campaña electoral ha sido un claro ejemplo de ello. La derecha política necesitaba de un político que contrarrestase la acción de Podemos y encontró en Ciudadanos la marca blanca a la que agarrarse para evitar el impacto electoral que en la sociedad estaba teniendo la imagen de cambio y renovación transmitida por Iglesias, Errejón y compañía. Además, qué mejor candidato que Albert Rivera un político que empezó su andadura política en pelotas (me estoy refiriendo al cartel electoral utilizado en su primera campaña electoral en Cataluña) y que en las plebiscitarias catalanas había conseguido situar a su partido (allí “Ciutadans”) como primera fuerza “unionista” por delante de PP, de PSOE y, también, de la marca catalana de Podemos (Catalunya Sí que es Pot). Su campaña electoral, a la que hoy en día acusan de errónea, fue diseñada para situar a su candidato como uno más en la pelea por la presidencia del gobierno, pero, casualmente, cuando los sondeos preelectorales más adhesiones les daban, fue pinchada su burbuja para poner en liza al auténtico candidato de la derecha: Mariano Rajoy. A pesar de la cantidad de “memes” que le tuvieron como protagonista en la campaña, a pesar de su inmovilismo, a pesar de no estar nada clara, o sí, su relación con Bárcenas y la corrupción en el PP. O quizás por ello. Su mal trago se lo tuvo que llevar en su debate a la antigua usanza con Pedro Sánchez, representante de un PSOE en caída libre y al que sólo le salvó ese enfrentamiento para poder salvar los muebles electorales y quedarse en una situación que le puede hacer pasar de villano a héroe, si no fenece en algún conclave interno.

            ¿Y en Euskadi? Como dicen los chavales ahora: sin más. Una campaña como el resto, donde los partidos abertzales remarcaron una vez más la necesidad de tener una representación importante en Madrid para poder defender los temas importantes de Euskadi. Cierto, se habló del derecho a decidir y del Concierto Económico, pero de poco más y sobre estos temas, en algunos momentos importantes, con poco convencimiento y/o conocimiento. Por lo que respecta a los sondeos electorales, los publicados vaticinaban una victoria del PNV que podría conseguir hasta 6 Diputados con una caída de la izquierda abertzale que seguiría la tendencia a la baja  las últimas elecciones Municipales y Forales. Pero los no publicados parecían aventurar otra cosa. Koldo Mediavilla Secretario del EBB del PNV la noche del final de campaña publicaba en su blog “dana eman behar” una entrada (que sería reproducida en la jornada de reflexión en el diario DEIA) bajo el título “¿Voto catódico?” en la que avanzaba que el desarrollo de la campaña iba a afectar al resultado electoral en Euskadi “en mayor medida a las tradiciones políticas de corte estatal que actúan aquí. También a otros, cuya fortaleza creíamos consolidada”. Y, a pesar de la venta a posteriori, acertó.

            Y llegaron los resultados: PP 123, PSOE 90, Podemos 69, Ciudadanos 40, Esquerra Republicana 9, Democràcia i Llibertat 8, Partido Nacionalista Vasco 6, Izquierda Unida 2, EH Bildu 2 y Coalición Canaria 1. Y como siempre en la noche electoral todos ganaron. Pero, en esta ocasión, al despertarse al día siguiente todos se dieron cuenta de que su victoria tenía un “pero”. El Partido Popular había sido el más votado, sí, pero además de haber perdido 3,6 millones de votos y 43 diputados tenía imposible formar gobierno solo con Ciudadanos y se veía obligado a buscar la “Gran Coalición” a la alemana con el Partido Socialista. Este, por su parte, se convertía en opción de gobierno con Podemos y los nacionalistas a pesar de haber perdido 1,5 millones de votos y 20 Diputados, pero las declaraciones de Pablo Iglesias en la noche electoral a favor del derecho a decidir de Cataluña hicieron hervir la conciencia española de la baronesa andaluza y del resto del séquito de Secretarios Generales Territoriales contrarios a Pedro Sánchez y, a pesar de remarcar que no ayudarían a Gobernar al PP con una gran coalición, decidieron marcar su particular línea roja en este tema, poniendo sobre la mesa, también, la necesidad de mantener las fechas del Congreso Socialista mandando con ello un aviso a su todavía hoy Secretario General y candidato la Presidencia del Gobierno. Podemos también se dio cuenta de que, a pesar de sus magníficos resultados (más de 5 millones de votos y victoria en Cataluña y Euskadi), esta vez no había conseguido su asalto a la Moncloa ni podría plantearse ninguna reforma constitucional por los resultados del PP aunque, en su caso, podía seguir forzando sus líneas rojas en el campo social y del derecho a decidir ya que, probablemente, en una repetición de las elecciones podría asestar un golpe definitivo a un PSOE en declive y con gran debate interno. Ciudadanos comprobó que su irrupción en el Congreso con sus 3,5 millones de votos no le serviría para nada: ni para formar gobierno, ni para tratar de evitarlo. Lamentable, por cierto, su apelación “a los mercados” para posicionarse en contra de un gobierno de izquierdas con los nacionalistas. Su burbuja había sido pinchada en plena campaña electoral precisamente por quien controla los mercados, el dinero, y, en mi opinión, tendrá el mismo futuro que otros partidos, como UPyD que antes que él intentaron ocupar ese espacio electoral: desaparecer a medio plazo, en cuanto el capital que ahora lo mantiene lo decida.

El sudoku estaba encima de la mesa. Cualquier movimiento de un partido podía desencajar al intentar dar el siguiente paso. La posibilidad de repetir elecciones empezaba a ser la que contaba con más opciones entre los generadores de opinión. Pero, creo que la visita de Pedro Sánchez a Portugal y el nombramiento de Carles Puigdemont como President de Catalunya pueden hacer cambiar esta opción. António Costa, Presidente del Gobierno de Portugal, también perdió las elecciones ante la derecha, en aquel caso en coalición con el centro, y sus correligionarios pidieron su dimisión, pero consiguió el apoyo del Partido Comunista (la primera vez en 40 años) y ahora gobierna en aquél país. Cierto no existen los nacionalismos en Portugal pero, eso precisamente, la existencia de distintas naciones hoy incluidas en el Estado español es lo que puede hacer que Pedro Sánchez pueda pasar del villano a héroe. De cesado como Secretario General del PSOE a ser considerado un hombre de Estado. El reflote del “procés” con la formación de un nuevo gobierno en Cataluña necesitará de auténticos hombre de Estado que negocien las condiciones de la salida de Cataluña o, por qué no, la celebración de un referéndum que limite los niveles de confrontación entre el Estado y la hoy Comunidad Autónoma. Si Pedro Sánchez da un paso al frente en este sentido sería muy difícil que sus compañeros de partido le torpedeasen en el Congreso de los Diputados, so pena de escisión interna y debacle en futuras elecciones. Si sucumbe a las presiones de la derecha a cuenta del “procés” y colabora en la formación de gobierno con Rajoy acabaríamos de nuevo en la España una grande y libre y, entonces sí que sí, se haría pronto realidad la frase de que “el PSOE fue un partido creado y disuelto por Pablo Iglesias”.


¿Y en Euskadi qué? Euskadi volvió a ser diferente. Aquí EH Bildu no tenía ningún motivo para la alegría la noche electoral y desde el primer momento reconoció sus malos resultados. Los seguidores de los desaparecidos partidos izquierdistas existentes en la transición (EMK, LKI, etc.) que durante todos estos años han apoyado, sobre todo en los momentos de tregua de ETA, las distintas siglas con las que la izquierda abertzale se ha presentado a las sucesivas contiendas electorales habían decido apoyar a sus correligionarios de Podemos, en lugar de seguir apoyando a una fuerza abertzale. Idea que quizás no hayan compartido nunca. Por eso, su anunciado proceso de reflexión, el segundo tras el propuesto tras su fracaso en las elecciones Municipales y Forales, se hace necesario para recomponer el espacio futuro de esta coalición electoral. Por lo que respecta al PNV, consiguió sus 6 Diputados, pero tuvo sus “peros”: perdió más de 20.000 votos y una fuerza que hasta hace relativamente poco tiempo era considerada como un fenómeno español que no afectaría a Euskadi, Podemos, fue la fuerza vencedora en la Comunidad Autónoma Vasca. Esta última circunstancia le sitúa ante un escenario complicado de cara a las elecciones autonómicas, a pesar de la opinión (deseo) expresada por el Presidente del EBB, Andoni Ortuzar, de que los votos perdidos en estas elecciones volverán en las elecciones autonómicas. Este partido debe aprovechar para reflexionar o, mejor dicho, para iniciar un proceso de reflexión sobre este tema su convocada Asamblea General bajo el lema “Batasuna ta Indarra”. Su unidad necesitará de mayor fuerza interna que la que, sin duda, reflejarán los resultados de la elección de sus cargos internos. Y su fuerza necesitará de la unidad de más sectores sociales que los que, hoy en día, aglutinan sus políticas. Y ello solo será posible si el debate adquiere la profundidad y amplitud de temas que tuvo la Asamblea de Iruña de 1977 celebrada bajo el mismo lema. De lo contrario, es bastante posible que tras el recuento electoral de las elecciones autonómicas la dirección del PNV se encuentre con otro sudoku electoral sobre su mesa o, quizás, con algo peor para sus intereses: la constatación de su harakiri.


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