Nuestro pueblo en 1936 también sufrió las veleidades de un dictador. No se llamaba Putin, sino Franco y el ejército ocupante no fue el ruso, sino el sublevado ejército “nacional” español. También padeció miles de muertos y exiliados, y el bombardeo de decenas de pueblos y ciudades siendo el más emblemático el de Gernika que quedó arrasada por los colaboradores internacionales del dictador, pero que la propaganda franquista atribuyó a los nacionalistas vascos. Los responsables institucionales de Euzkadi se vieron abocados al exilio con el Lehendakari Jose Antonio Aguirre a la cabeza, aunque también los hubo que fueron fusilados, como el Consejero de Sanidad Alfredo Espinosa. Los líderes de los distintos partidos políticos también tuvieron que salir, pero algunos se quedaron junto a su pueblo y fueron fusilados o sufrieron cárcel, trabajos forzados o destierro como el resto de las personas que habían luchado contra los sublevados. Al final de la guerra se expoliaron propiedades que se repartieron entre los fieles seguidores del régimen, se persiguió el euskera y cualquier demostración relacionada con la cultura vasca. Quienes aquí se quedaron sufrieron cuarenta años de dictadura y opresión asfixiante mantenida y/o consentida primero por los instigadores de la Segunda Guerra Mundial y más tarde por quienes se impusieron en esa contienda. Y eso no se olvida.