El sudoku ya está resuelto.
Tras dos convocatorias electorales y 300 días en funciones Mariano Rajoy es de
nuevo Presidente. Desgraciadamente.

Un gran amigo de Juan Luis
Cebrián, un tal Felipe González, un personaje al que un cambio de género le ha
reportado pingües beneficios (antes era socialista y ahora socio listo) fue
otro de los que se opuso a un gobierno del cambio. Hasta el punto de declarar
públicamente que se sintió engañado por
Pedro Sánchez por no abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy.
Quizás por eso se creyó obligado a incitar un golpe dentro de su partido y
derrocar a un Secretario General elegido directamente por la afiliación. El
primer y único Secretario General del PSOE elegido directamente por la
afiliación. Pero no el primer líder elegido directamente por la afiliación
socialista abatido por el aparato del partido. Ese "honor" le
corresponde a Josep Borrell, quien tuvo la osadía de enfrentarse en unas primarias
para la elección de candidato del PSOE a Presidente el Gobierno al entonces
Secretario General del Partido Socialista, Joaquín Almunia, y ganarle. Una
afrenta que le enfrentó al aparato socialista hasta el punto de tenerse que
buscar una "oficina del candidato" fuera de Ferraz. Y aguantar
continuos desaires hasta que optó por renunciar cuando alguien vinculó a
algunos antiguos colaboradores suyos en algún asunto poco claro. Borrell y
Sánchez dos líderes elegidos directamente por sufragio de la afiliación
socialista, los dos únicos. Y los dos derrocados por el aparato de su Partido,
por los denominados barones. Un escaparate muy poco edificante para un partido
político que se dice demócrata.
No deja de ser curioso que
siendo socialistas no les preocupe tal denominación. Los barones socialistas
representan lo mismo que los nobles en la Edad Media: el sometimiento del
pueblo a sus intereses y al juego de equilibrios territoriales con el monarca
de turno. Para apoyarle o decapitarle. Como a Josep Borrell antes y a Pedro
Sánchez ahora. Democracia del pueblo, pero sin el pueblo. Lo decía el barón
extremeño Juan Luis Rodríguez Ibarra cuando recientemente consideraba poco menos que vejatorio que se
consulte a las bases en cuestiones transcendentales para su partido o para la
sociedad a la que dicen representar. ¿Cómo se pretende que la ciudadanía en
general confíe en unos políticos que ni tan siquiera consideran conveniente
consultar a las bases de su partido para cuestiones transcendentales? ¿Cómo
pretende este tipo de políticos que la sociedad en general no les aborrezca y
les siga votando?
La dimisión forzada de Pedro
Sánchez como Secretario General del PSOE y el consiguiente cambio de posición
frente a la investidura de Mariano Rajoy como Presidente de Gobierno ha
provocado una crisis sin precedentes dentro del PSOE, de su Comité Federal, de
su afiliación y, lo que es más importante, en la política del Estado. Pero
también ha vuelto a poner sobre la mesa cuestiones muy importantes en
democracia como el sistema de toma de decisiones en los partidos políticos y si
los parlamentarios deben obediencia inequívoca a las consignas de sus respectivos
partidos políticos. El militante socialista Juan Luis Uriz en un artículo muy
crítico y sincero publicado en DEIA bajo el título
“23-O: La mayor traición al PSOE” señalaba que la decisión de abstenerse en
la segunda votación de la investidura de Rajoy “fue tomada nominalmente en ese negro Comité Federal en el que un 70%
son cargos que viven del partido, que su salario depende de una decisión,
especialmente en Andalucía, de la todopoderosa Susana Díaz. ¿Quién, a pesar de
entender que era un error, va a votar por el no a Rajoy, sabiendo que al día
siguiente se encontrará sin trabajo? Eso es jugar con las cartas marcadas.”
Un apunte muy importante que vuelve a remarcar el poder de las baronías y a
cuestionar la caja negra de relaciones dentro de los partidos políticos. Probablemente
el caso del PSOE no sea único, pero sí
en el que de un modo más claro se gestionan este tipo de cosas. ¿Quién no se
acuerda de la frase de Alfonso Guerra el
que se mueva no sale en la foto?
En la votación del sábado
hubo 15 diputados del grupo socialista que se mantuvieron en el “No es no” y, según parece, van a ser
sancionados por ello ¿Qué sentido tiene que quien ha sido elegido con un
programa político concreto sea castigado por no hacer aquello a lo que se
comprometió con los ciudadanos que votaron la candidatura en la que aparecía su
nombre? Si los grupos políticos actúan siempre monolíticamente, ¿para qué hace
falta 350 diputados en el Congreso? Esta forma de actuar podría llevar a la
ciudadanía a plantear que, una vez efectuadas las elecciones, se reuniesen los
portavoces titulares y suplentes (por si alguno está enfermo) y decidiesen,
mediante voto ponderado, sobre cada uno de los temas que se planteasen en la
cámara. El ahorro de dinero sería impresionante. La falta de debate, de ideas y
de planteamientos alternativos a lo oficial, también.
El sábado con su abstención los
socialistas no solamente facilitaron la formación de un gobierno, sino que han
puesto en manos de Mariano Rajoy una legislatura a su medida: …o larga,… o
corta. No se sabe. Ni se sabrá. Porque el que ahora tiene la facultad de
convocar elecciones es Don Mariano. Y, Don Mariano es posible que vuelva a
interpretar el papel de Forrest Gump y ajeno al mundanal ruido llegue el día en
que diga “Recorrí un largo camino,
durante mucho tiempo”, y la legislatura haya acabado. Pero, también es
posible que, dirigiéndose a los socialistas les diga “Tonto es el que hace tonterías” y amenace con una convocatoria
electoral a las primeras de cambio cuando los socialistas intenten llevar una política
de acoso al gobierno que impida que éste pueda llevar adelante su programa. ¿Volverá
el Comité Federal a abstenerse para que no haya unas nuevas elecciones que “España no se puede permitir”? Ese ha
sido su argumento en esta ocasión y, desde hoy, Mariano corre.
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