En
mayo empieza de nuevo a girar la rueda de los distintos procesos electorales.
Primero Europeas, el año que viene Municipales y Forales en Euskadi y
Autonómicas en la mayoría de Comunidades Autónomas de Estado, más tarde
Generales, luego Autonómicas en Euskadi.... En realidad, llevamos muchos años
en continuo proceso electoral y, sin embargo, cada día es mayor el
distanciamiento de la ciudadanía de la política y de los políticos. ¿Por qué?
En
estos días se está hablando mucho de la participación de la ciudadanía en la
elección de los candidatos y de que este proceso fomentaría un mayor interés de
los ciudadanos en la política. También se debate sobre las consecuencias que
está teniendo distintos parlamentos (Cataluña y su proceso de consulta,
Congreso y Ley del aborto...) la figura de la disciplina de voto, vista como
una obligación y algo lógico desde las estructuras de los partidos, y como algo
injusto y poco democrático para los votantes de los partidos políticos
afectados que están de acuerdo con los "disidentes".
Estos
temas han sido planteados la semana pasada en el Grupo de LinkedIn "Coaching Político" por Enrique Sacanel, coordinador del
mismo y con quien tuve el placer de coincidir en mi época de Concejal en el
Ayuntamiento de Getxo. Enrique era por aquel entonces el responsable de los
Servicios Sociales.
Como
origen del debate situó un artículo publicado en el diario El País el pasado 5
de Febrero bajo el título “Disciplina y Electorado”. Un artículo interesante y un
debate, igualmente, interesante.
En
mi opinión, el proceso de elección de candidatos es cada vez menos
participativo, incluso dentro de los propios partidos. Pero, no veo clara la
fórmula que anime a éstos a convocar un sistema de participación en la elección
de los candidatos que van a conformar sus listas electorales, de cualquier
tipo, y al tiempo les permita controlar que el proceso no se vea influenciado
malévolamente por las otras formaciones políticas.
El partido socialista ha elegido el sistema de primarias abiertas. Veremos qué
resultado le dan. Hay que recordar que sus primeras primarias fueron nefastas
para el elegido (Borrel) y para el propio partido que no supo asumir la
victoria del opositor al "aparato" del partido.
Quizás un modelo a explorar fuese el de las listas cerradas, pero no
bloqueadas. Sistema en el que el elector puede elegir, al tiempo que bota al
partido (lista cerrada), a los candidatos que desee entre la lista que presenta
éste con un número de candidatos superior al de puestos a cubrir (no
bloqueada).
Es mi primera propuesta. Pero, a mi entender sólo resolvería uno de los
problemas de la participación en la elección de los candidatos. Quedaría otro
tema, desde mi punto de vista más importante, sin resolver: ¿qué van a hacer
estos candidatos durante su mandato? O lo que es lo mismo: ¿cómo se elaboran
los programas electorales? ¿Qué grado de vinculación existe entre los
candidatos y el programa? ¿Pueden participar los electores en la elaboración de
los programas electorales?
Sabemos que estamos a menos de 100
días de las elecciones al Parlamento Europeo, y en la prensa empiezan a ser
frecuentes las noticias sobre coaliciones y candidatos. Algunos, incluyo, han
elegido ya a los suyos: unos con participación de su afiliación y otros
mediante la propuesta-designación de los responsables del aparato. Pero ¿para
qué van a servir estas elecciones? ¿Qué van a hacer estos candidatos?
Debo
confesar que cada día soy más euroescéptico, sobre todo de ver el contenido de
las medidas que han exigido los dirigentes de esta Europa a algunos Estados
miembro para salir de la crisis. Personalmente hubiese preferido el modelo
islandés. Es decir, recluir en la cárcel a los políticos y banqueros
responsables de la crisis y efectuar una quita a las deudas generadas con los
países instigadores de la burbuja financiera.
De
cualquier modo, creo que no hay tiempo para que los partidos realicen para
estas elecciones un proceso de participación ciudadana. Sin embargo, la próxima
estación la constituyen las elecciones
locales, las más cercanas a la ciudadanía y, por ello, las más susceptibles de
que se fomente la participación en la elaboración de los programas electorales:
mi segunda propuesta.
He conocido el caso de algún Alcalde
que elaboró las líneas maestras de su programa electoral unas horas antes de
presentarlo a la prensa junto al responsable regional de su partido. Y también a varios Concejales que elaboraron sus líneas
maestras de Gobierno tras bucear en los problemas reales de sus áreas
responsabilidad que les eran prácticamente desconocidos antes de su
nombramiento. Evidentemente, esto fue hace muchos años y, aunque los aludidos
hicieron un buen trabajo (el Alcalde es a decir de la muchos, el mejor Alcalde
que ha conocido su pueblo en esta etapa democrática), afortunadamente la
elaboración de los programas electorales es hoy en día más sofisticada. Se realizan
sondeos y encuestas en las que se pulsa la opinión de la ciudadanía sobre
diversas cuestiones. Pero sigue sin existir un auténtico proceso de
participación ciudadana.
Creo que la responsabilidad de la
elaboración de los programas electorales sigue correspondiendo a los partidos
políticos. Hay que entender que su razón de ser es la de reunir en su seno a
personas que, por su ideología, tienen (o debieran tener) un enfoque similar a
la hora de enfocar los problemas de la sociedad en la que viven y que, por el
mero hecho de ser militantes de un partido, ya han demostrado su interés en
participar en los debates de tales soluciones. Pero, entiendo que esta oferta
debe tener un punto de apertura a la sociedad antes de la campaña electoral.
Propongo para ello que, una vez
elaborados por los partidos, los programas se divulguen a través de reuniones
con distintos grupos sociales que puedan verse afectados por las políticas
sectoriales, que se publiquen en distintas redes sociales para divulgación de
su contenido y que, en definitiva, se
den a conocer por diversos canales de comunicación en busca de nuevas ideas y
alternativas a lo inicialmente planteado. No se trata de incorporar cualquier
tipo de propuesta, sino de pulsar la opinión de la sociedad e incorporar, tras
el correspondiente debate interno, aquellas que coincidiendo con el enfoque de
cada partido quiera dar a su sociedad, mejoren la oferta inicial de éstos.
El proceso puede ser un poco largo,
quizás, pero posibilitaría el contraste de los “ideólogos” del programa con la
sociedad, de quienes están planteando qué hacer con quienes van a votar a un
partido u otro, de quienes pueden ser eventuales candidatos con sus posibles
electores. Un proceso que debería ser anterior a la propia designación de los
candidatos en los partidos y que ayudaría a estas organizaciones a conformar
las candidaturas con las personas (militantes o no dependerá de las decisiones
de cada uno de ellos) más comprometidas con el programa definitivamente
aprobado.
Además, si las listas fuesen cerradas
y no bloqueadas (mi primera propuesta), cada persona podría elegir, de entre
los candidatos propuestos por el partido al que fuesen a dar su voto, a aquellos
que en su opinión, y según lo visto en los debates del programa o en la propia
campaña electoral, fuesen a defender mejor sus intereses como ciudadano.
Es cierto, este sistema eliminaría de
las listas a aquellas personas que actualmente aparecen como reclamo para los
electores y que, bien por voluntad el partido o de ellas mismas, no tienen
intención de ocupar el cargo. Pero, a cambio, las listas se nutrirían con
personas dispuestas a trabajar por su sociedad, en base al programa de su
partido sí, pero conocedoras también de que si salen elegidos lo serán por los
votos directos de sus electores, frente a otros candidatos que también tenían
como misión defender el mismo programa.
Como
indican Xavier Coller y Guillermo Cordero autores del artículo de “El País” se
trata de generar candidatos que se parezcan más a los ciudadanos y menos a las
cúpulas de los partidos.
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