Si algo puede decirse de estas elecciones, después
de varios días de análisis por parte de todo el mundo, es que a nadie ha dejado
indiferente. En principio las Elecciones Europeas del pasado 25 de mayo parecían
unos comicios en los que los resultados habría que analizarlos en el Estado en
clave interna (conflicto catalán, consecuencias de la gestión de gobierno,…) y
tendrían una abstención histórica, consecuencia de la lejanía para el ciudadano
de las Instituciones Europeas y el desencanto social con la política y más
concretamente con las medidas anticrisis adoptadas. Sin embargo sus resultados
han provocado un gran shock como consecuencia de la irrupción de Podemos en el
mapa político y las consecuencias a futuro.
Tengo que reconocer que yo también estaba en esa
onda, hasta el punto que había decidido pasar absolutamente de la campaña
electoral y que mi decisión de acudir a las urnas estuvo más motivada por la
obligación de militante de un partido político que por las consecuencias de mi
reflexión como ciudadano. Cada vez soy más euroescéptico, en el sentido de que
no creo que la Europa que se está montando vaya a poder ser controlada por los
ciudadanos, como lo hemos visto en las mediadas anticrisis adoptadas, y si los
ciudadanos no pueden controlar el poder, ¿quién lo controla?